lunes, 26 de agosto de 2013

Sobre Marx y el ciclo de la vergüenza

He estado hoy viendo documentales y videos sobre Karl Marx. Hay una cosa que me llama poderosamente la atención. Karl Marx acabó precario (viviendo de la caridad de Engels), desmoralizado y soportando penurias, algo que ha pasado con muchas, muchísimas mentes lúcidas en la historia de la humanidad.

Karl Marx elaboró una de las obras más importante de la historia del pensamiento, infinita, capaz de evolucionar con el tiempo y hacer evolucionar consigo a la sociedad. ¿El qué somos, de dónde venimos y a dónde vamos? tuvo más respuestas, y sentido, después de Marx.

Actualmente, la cultura y la ciencia vagan a su suerte, apartados de las prioridades de cualquier estamento de representación social, que cuida sus bancos y sus créditos y su deuda y su déficit y sus políticos corruptos y su Troika y su Merkel y los bolsillos de mucha gente rica que solo quiere hacer más y más dinero, pero no cuida las mentes que pueden hacerla evolucionar. Es la dictadura del Capital, aquello contra lo que luchó Marx. Y es también un ciclo infinito y tenebroso que, de igual manera, me hunde ahora en el sillón consumiéndome por dentro y, mañana, me obliga a luchar por una realidad mejor. 

sábado, 24 de agosto de 2013

Teo

Teo abre las puertas del pleno del ayuntamiento, ahora estaré más cerca de la gente, se dice, así disimularé que mi gente se muere de hambre y de pena. Entonces, una mujer habla, y habla y la lía, como si por ser pobre tuviera derecho a quejarse. La mujer habla de injusticia y de darles de comer a sus hijos y, claro, enseguida la gente inculta le hace caso, porque los incultos son así, unos veletas que se suman donde sople el viento, y en Cádiz hay mucho viento.

Teo, enojada, manda cerrar las puertas del pleno y le crece el resquemor, se acumula cada día que pasa, se convierte en un bicho enorme que le carcome y la seca por dentro. Os vais a enterar desobedientes criaturitas sin alma, la próxima vez os voy a dar vuestro merecido, piensa Teo cuando se mira al espejo.
Se sucede el próximo pleno, Teo prepara el dardo moralizante, unas palabras maestras, sacadas del manual de la demagogia, la neolengua al rescate. Hay que hacerlo con determinación y suficiencia. El micro siempre da seguridad. Ahí va: "Hay gente que pide para comer y tiene twitter, que cuesta dinero."

Sí, la ha dicho bien. Sí. ¿O no? ¿O se ha precipitado? ¿O quizás había otra manera? A Teo le entran las dudas, y no debe dudar, está en el manual del político moderno: Haz demagogia, miente, dí lo que sea, ya podrás cambiar lo que dijiste, la gente no tiene memoria ni acude a la hemereoteca, la neolengua siempre está ahí dispuesta a ayudarnos. Pero Teo duda, duda porque fue ella y no otra la que pidió a los pobres que consultaran el paro por Internet, que sellaran por ahí, fue ella y no otra quien lo hizo para evitarse esa imagen tan penosa, las oficinas atestadas de gente en la provincia con más paro de España, fue ella y no otra la que no quería ni podía permitirse un funcionario más que los atendiera. Así que Internet, ¿que no tienen? Ya se buscarán la vida. Terminarán haciéndolo porque si no, no cobran paro, pobres animales persiguiendo un trozo de carne.

Sí, puede que se haya precipitado, que si quiere una cosa de ellos, no debiera ahora haber dicho lo de Twitter -pero es que en twitter lo merecen, siempre le atizan despiadadamente, twitter es el infierno- . Menos mal que es una política experimentada y puede solucionarlo. Que tiene tablas, don de oratoria, que hablar en público es algo que ha hecho toda la vida. Solo tiene que hacerlo y todo volverá a encauzarse: "Estar, tener, estar en, en... tener acceso a Internet, ¿eso es gratis? ¿Eso es gratis?"

viernes, 2 de agosto de 2013

Cambio de reglas


La fila, armónica, esperaba ya el veredicto del jurado. Todas las jóvenes, nerviosas, se miraban entre sí haciendo cábalas, con la secreta esperanza de lograr una victoria que esperaba a la vuelta de la esquina.  Había dientes podridos, entrecejos infinitos, lunares que se convirtieron en verrugas, narices aguileñas, manchas coronadas con larguísimos vellos, rostros deformes, sudores fétidos y hasta alientos que tumbarían al más anósmico.  Había también, una televisión morbosa y un jurado cuyo precio pasaba por no recibir ninguna insinuación, y hasta un público que tenía su favorita. Cuando el jurado comunicó la ganadora, la chica se llevó las manos a la cara para el alivio de los presentes y no pudo reprimir el llanto. Llorando era aún peor. Las demás sonreían como suele hacerlo el diablo. El público, puesto en pie, jaleaba: ¡Bravo, es verdad!  ¡Es fea! ¡Feísima! ¡La más fea de todas!