Carla Vilas
43 años
Historiadora
Abril 2022
La gente decía que era como el Cid pero no tenía nada en
común con él. Que iba vestido como un guerrero de época, poco más. Luego, del
Cid se consiguió saber más o menos su procedencia y de El Templario no. El Cid
no era un agente social, era un agente de batalla. El Templario planteaba un
juego de inteligencia, que solo hería moralmente a quién nunca se había visto
contestado, a base de acciones de impacto. En eso se parecía más a un bandolero
y su guerra de guerrillas que a un general a cuyo mando estaba un ejército. Sus
acciones surgían por sorpresa, en puntos inesperados. El factor sorpresa era
fundamental.
De una forma u otra la gente compara figuras de tan distinta
naturaleza porque se sienten liberados gracias a ellos, o al menos, no tan
oprimidos. Y no es que El Templario hubiera conseguido cambiar leyes ni nada
por el estilo, lo que había conseguido era cambiar el ánimo.
¿Su mejor actuación?
Después de lo del “Jerezano”, Para mí, la clave estuvo en su
retirada. Ten en cuenta que la historia suele cerrar los episodios épicos de
manera funesta. Sangre o decepción, no había más opciones hasta entonces. En
este caso no fue así y se vivió como un ritual mágico. Creo que fue el momento
más complicado de gestionar que vivió el Templario debido a la sensación de orfandad
que dejaba al resto. Seguro que su círculo le presionó para que siguiera
inventándose mejoras. Hubo mucha gente que dijo sentirse decepcionada, pero solo
era una manera de soliviantar su pena. Pero es que somos así, reaccionamos con
poco agradecimiento hacia quiénes nos han hecho felices. Solo el tiempo te
desvela el verdadero valor de las cosas.
Por eso el día de la despedida, usando la banda de música en
el templete, el mensaje y el trozo de escudo que repartió… fue tan importante. De alguna manera
convirtió su momento más crítico en un éxito.
Un golpe maestro. La Alameda Vieja, el Alcázar y las bodegas,
ese triunvirato simbólico de Jerez. Decidió implicar a la gente haciéndoles
responsables de su herencia. No es lo mismo dejarte sin decir adiós que con un
legado que salvaguardar. Y nadie lo tomó como una herencia envenenada, lo que
resultó aún más meritorio. Cada persona que asistió a la plaza tenía un trozo
de escudo en sus manos. Había conseguido más de cinco mil trozos de escudo
hechos de un material parecido a la gomaespuma. Luego se desveló que fueron los
mismos fabricantes quiénes le ofrecieron la idea. Y sin pedir nada a cambio.
Ese es el espíritu del que estábamos hablando.
Se grabó un decálogo templario en una placa que alguien
situó, de madrugada, al lado de una de las torres del Alcázar. Hoy es un lugar
de visita para curiosos y turistas. Y lo más importante, todavía sabría decirte
cada uno de esos diez puntos que el Templario nos dejó como memorándum.
¿Qué quién era?
Pues francamente, no lo sé. Lo que es casi seguro es que no
pudo ser una sola persona. Eran varias, solo que decidieron que la repercusión sería
mayor si el pensamiento grupal era asumido por un solo personaje. Para la gente
fue más cómodo agarrarse a la figura del héroe.
Si no hubieran sido varias personas, sería imposible
explicar determinadas acciones que sucedieron en escaso margen de tiempo. Lo
que sí sabían, era que un símbolo debía ser concreto y tener un potencial de
imagen indiscutible. Las grandes revoluciones buscan símbolos que resuman su
personalidad. De nada valía presentarse como una colectividad porque los
propios mecanismos políticos y económicos engullían y engullen sin reparos a
las colectividades. El ejemplo más cercano es el 15M, al que El Templario
siempre dedicó guiños y cierta consideración. Pero no quería incurrir en los
errores. El 15 M nació desde la entropía y el Templario nació con un orden
interno riguroso y muy meditado. No podían compararse. Tampoco podía el uno
tirar de los otros. Así que se lo montó por su cuenta y riesgo y estoy seguro
que quiénes idearon todo esto, habían pasado mucho, mucho tiempo, fabricando
desde las catacumbas el concepto de Templario. Y en la gente sigue su recuerdo
y su capacidad de acción.
¿Qué fue del Templario?
Probablemente el éxito de sus propuestas y todo el respaldo
popular les sobrepasó. No tenían porqué soportar tanto peso. Seguramente
existieron fricciones y discrepancias internas a la hora de seguir actuando y
sobre qué dirección tomar. Y cabe pensar que antes de verse traicionando su
espíritu y caer en contradicciones, decidieron hacer lo que siempre imaginaron:
Acciones concretas para mejorar la ciudad. Así que en un ejercicio de
honestidad y una vez las hubieron realizado, al Templario no le quedó otra que
retirarse. El Templario, tanto el que salía en las fotografías como los que
permanecían detrás, están ahora retirados, cansados y exhaustos. No me cabe la
menor duda.