lunes, 28 de mayo de 2012

El Templario, diez años después. Historiadora.


Carla Vilas
43 años
Historiadora
Abril 2022


La gente decía que era como el Cid pero no tenía nada en común con él. Que iba vestido como un guerrero de época, poco más. Luego, del Cid se consiguió saber más o menos su procedencia y de El Templario no. El Cid no era un agente social, era un agente de batalla. El Templario planteaba un juego de inteligencia, que solo hería moralmente a quién nunca se había visto contestado, a base de acciones de impacto. En eso se parecía más a un bandolero y su guerra de guerrillas que a un general a cuyo mando estaba un ejército. Sus acciones surgían por sorpresa, en puntos inesperados. El factor sorpresa era fundamental.
De una forma u otra la gente compara figuras de tan distinta naturaleza porque se sienten liberados gracias a ellos, o al menos, no tan oprimidos. Y no es que El Templario hubiera conseguido cambiar leyes ni nada por el estilo, lo que había conseguido era cambiar el ánimo.




¿Su mejor actuación?

Después de lo del “Jerezano”, Para mí, la clave estuvo en su retirada. Ten en cuenta que la historia suele cerrar los episodios épicos de manera funesta. Sangre o decepción, no había más opciones hasta entonces. En este caso no fue así y se vivió como un ritual mágico. Creo que fue el momento más complicado de gestionar que vivió el Templario debido a la sensación de orfandad que dejaba al resto. Seguro que su círculo le presionó para que siguiera inventándose mejoras. Hubo mucha gente que dijo sentirse decepcionada, pero solo era una manera de soliviantar su pena. Pero es que somos así, reaccionamos con poco agradecimiento hacia quiénes nos han hecho felices. Solo el tiempo te desvela el verdadero valor de las cosas.
Por eso el día de la despedida, usando la banda de música en el templete, el mensaje y el trozo de escudo que repartió…  fue tan importante. De alguna manera convirtió su momento más crítico en un éxito.
Un golpe maestro. La Alameda Vieja, el Alcázar y las bodegas, ese triunvirato simbólico de Jerez. Decidió implicar a la gente haciéndoles responsables de su herencia. No es lo mismo dejarte sin decir adiós que con un legado que salvaguardar. Y nadie lo tomó como una herencia envenenada, lo que resultó aún más meritorio. Cada persona que asistió a la plaza tenía un trozo de escudo en sus manos. Había conseguido más de cinco mil trozos de escudo hechos de un material parecido a la gomaespuma. Luego se desveló que fueron los mismos fabricantes quiénes le ofrecieron la idea. Y sin pedir nada a cambio. Ese es el espíritu del que estábamos hablando.
Se grabó un decálogo templario en una placa que alguien situó, de madrugada, al lado de una de las torres del Alcázar. Hoy es un lugar de visita para curiosos y turistas. Y lo más importante, todavía sabría decirte cada uno de esos diez puntos que el Templario nos dejó como memorándum.

¿Qué quién era?

Pues francamente, no lo sé. Lo que es casi seguro es que no pudo ser una sola persona. Eran varias, solo que decidieron que la repercusión sería mayor si el pensamiento grupal era asumido por un solo personaje. Para la gente fue más cómodo agarrarse a la figura del héroe.
Si no hubieran sido varias personas, sería imposible explicar determinadas acciones que sucedieron en escaso margen de tiempo. Lo que sí sabían, era que un símbolo debía ser concreto y tener un potencial de imagen indiscutible. Las grandes revoluciones buscan símbolos que resuman su personalidad. De nada valía presentarse como una colectividad porque los propios mecanismos políticos y económicos engullían y engullen sin reparos a las colectividades. El ejemplo más cercano es el 15M, al que El Templario siempre dedicó guiños y cierta consideración. Pero no quería incurrir en los errores. El 15 M nació desde la entropía y el Templario nació con un orden interno riguroso y muy meditado. No podían compararse. Tampoco podía el uno tirar de los otros. Así que se lo montó por su cuenta y riesgo y estoy seguro que quiénes idearon todo esto, habían pasado mucho, mucho tiempo, fabricando desde las catacumbas el concepto de Templario. Y en la gente sigue su recuerdo y su capacidad de acción.





¿Qué fue del Templario?

Probablemente el éxito de sus propuestas y todo el respaldo popular les sobrepasó. No tenían porqué soportar tanto peso. Seguramente existieron fricciones y discrepancias internas a la hora de seguir actuando y sobre qué dirección tomar. Y cabe pensar que antes de verse traicionando su espíritu y caer en contradicciones, decidieron hacer lo que siempre imaginaron: Acciones concretas para mejorar la ciudad. Así que en un ejercicio de honestidad y una vez las hubieron realizado, al Templario no le quedó otra que retirarse. El Templario, tanto el que salía en las fotografías como los que permanecían detrás, están ahora retirados, cansados y exhaustos. No me cabe la menor duda.   

miércoles, 23 de mayo de 2012

El Templario, diez años después. Estudiante


María Cardiel
20 años
Estudiante de magisterio
Abril de 2022

¿Cómo se vivió en la calle?

Yo era una niña y no sabía muy bien qué se estaba viviendo entonces. No sabía nada de los problemas de la ciudad. Los he entendido más tarde, por mis padres, cuando he buscado artículos en internet escritos esos años o porque nos lo han explicado en clase. A mí, entonces, un día me decían que había autobuses y me montaba en uno, y otros no lo hacía y tampoco preguntaba porqué. Hacía lo que me decían. Lo del Templario lo viví como si fuera Spiderman o Batman o uno de esos. No sé si el Templario tiene que ver con que Jerez no vaya mejor ahora. Lo que sí es seguro es que consiguió que no siguiéramos dando pena. Nos agitó, nos animó y de alguna manera, nos dio esperanza. Muchos se piraron, decidieron irse y no creo que se pueda echar en cara, él, sin embargo, no dejó tirada la ciudad, se quedó, peleó y mira, ahí están las consecuencias.
Recuerdo que en clase se hablaba del hombre del casco y todos queríamos hacer un dibujo del Templario. Todavía existía Onda Jerez y ésta aprovechó su efecto para sobrevivir unos meses más, pero el caso superó lo local hasta salir en las teles de medio mundo. Jerez era noticia, y no por el paro o algún caso de corrupción. Estábamos contentos.
Se vendían imitaciones de cota de malla y los niños llevábamos cascos de cartulina a clase. Mi madre, que era muy fan de El Templario, me ayudaba a recortarlo y colorearlo. El Templario no dejó ver su rostro porque su rostro era el de todo el mundo. Era como un símbolo de batalla y resistencia, y acertó. En España los héroes se habían convertido en futbolistas o personas que no eran malas. No ser malo no podía ser el único motivo para ser héroe. Tenías que aportar algo más. Y todo eso sucedió de un tirón, como si alguien hubiera estado rezando a algún Dios y por fin le hubieran hecho caso. 



¿Su mejor actuación?

Las guías culturales que se hicieron por Jerez, que ahora se han quedado viejas. Pero entonces fueron una novedad brutal. El que planteara un convenio de creación con los universitarios, al margen de la política y sobre todo, manteniendo el secretismo, era algo increíble. Se salió del sistema para cambiarlo desde dentro. Hablamos de alguien que trabajó en silencio y con una afinidad particular con los jóvenes. Lo sentían muy suyo, aunque no supieran si él era joven o no. Probablemente él no se encargara de las negociaciones. Lo haría otro u otros en su lugar. Pero solo el hecho de haber pensado y articulado esa idea me parece un disparate.
Lo guapo es que, cuando el Ayuntamiento quiso intervenir, ellos mismos habían firmado los permisos. Esto me lo contó mi madre, que tenía una buena amiga en el Ayuntamiento. Fueron a investigar y había una empresa, unos trabajadores, unos acuerdos, una licitación... Sorprendentemente, estaba todo en regla. Y ver aquellos visitantes desde la mezquita al museo flamenco, y cómo se rescataba la esencia de la cultura del vino sin aprovecharse del turismo, fue uno de los grandes triunfos del Templario. Y una herencia que ha sabido gestionar la ciudad.
Y es que recuerdo los dibujos pero también el movimiento en la ciudad. Por primera vez en mucho tiempo, la ciudad mostraba actividad. Sí, había vida después del desastre.
 
¿Quién era?

En la calle se dijo de tó. Ahora se sigue hablando de él, aunque se ha calmado mucho la cosa. Desde que era un famoso bailaor de flamenco a que venía del extranjero. Que podría tratarse de un joven hasta que era una persona ya madura que se mantenía perfectamente a base de gimnasio y proteínas. No había un juicio claro.
Lo bueno del Templario es que no hacía falta que tuviera un gran cuerpo ni que venciera supervillanos físicamente superiores. No era esa clase de héroes. Tenía más que ver con una idea. Vencía a sus enemigos por convencimiento. Eso abrió el abanico de posibles templarios. ¿Era un hombre? ¿Una mujer? ¿Un grupo de personas? Se especulaba mucho y toda esa rumorología contribuyó a alimentar la mística del personaje. Por supuesto, los más niños no éramos ajenos a todo aquello. Nos decían mil cosas pero no hacíamos caso. Creo que ninguno de nosotros quiso saber quién era realmente. Nos gustaba un héroe así, anónimo.
Luego se dijo que la policía no quiso o no pareció querer estrechar el cerco alrededor del Templario y por eso se especuló con un miembro del cuerpo policial. Pero todo el mundo sabe cómo eran y cómo siguen siendo los policías de Jerez. Sinceramente, no creo que tuviera que ver con ellos.




¿Qué fue del templario?

Ni idea. Lo quiero imaginar activo, acechando como un gatito e ilusionado. Quizás participando como ciudadano en foros y comités y cosas de esas. Vestirá con sombrero y una camisa para evitar el calor. Será uno más entre tantos. Con sus años de más y sus creencias de menos. Pero sinceramente, no creo que se le haya agotado el impulso social. La adrenalina de hacer un mundo mejor es algo incomparable. Te hace sentir que vives para algo, que todo tiene un sentido, ¿sabes? 

viernes, 18 de mayo de 2012

El Templario, diez años después. Periodista


Javier Casamitjana
Periodista
42 años
Marzo de 2022

¿Cómo lo vivió el periodismo?

Estábamos en la redacción, alguien llamó y todos corrimos a por lo qué llevábamos meses buscando: Una buena noticia. Ilusión que llevarnos a la boca. ¿Saben eso que dicen de los periodistas acerca del orgullo de dar una buena noticia? Pues es cierto. Con el Templario y su presentación del cine Jerezano sentimos eso recorriéndonos las venas. Ver ese antiguo cine perfectamente acondicionado, gestionado por uno jóvenes anónimos que, sin saberlo, estaban dejando de serlo, leer la programación cultural, los folletos que decían “Bienvenido al nuevo mundo” y la gente agolpándose en la puerta buscando esperanza... De repente, la vida era algo más que sobrevivir.
Hay que tener en cuenta que el periodismo entonces necesitaba ayuda. Gente interesada en las noticias. La época del Templario fue buena para el sector, pero también es cierto que tenía mucho de falsa ilusión. Nadie nos garantizaba acciones continuadas y, aunque hubieran sucedido, la gente se acostumbra muy pronto a lo extraordinario. Tanto, que conseguían que dejara de serlo. Pero teníamos el deber de contar lo que estaba pasando. Así que la aparición del Templario fue recibida primero como un acto puntual único, que traía consigo análisis sociológicos y de opinión de todo tipo, y luego fue considerado una época. Y eso en realidad era lo más bonito. Que el Templario había marcado una época y nosotros la estábamos narrando. Desde el Templario hay una ilusión asentada. En cualquier momento puede volver, siempre quedará esa incertidumbre. En cualquier momento todos nos podemos convertir en templarios. Y eso es extensible al periodismo, que vive con una esperanza atada al pecho.




¿Cuál fue su mejor actuación?

La flota independiente de autobuses, creo.
No fue la más reconocida, pero sí una de las que más valores realzaba: Con imaginación y una organización independiente se podían hacer las cosas bien. El mensaje era el más pedagógico que había emitido cualquier personaje social en muchos años, lo de los políticos ya se sabían promesas envenenadas.
Empezando de cero, todo era posible. Además, implicaba de alguna manera a la sociedad. La gente se sentía Templaria porque cogía ese autobús, iba de un sitio a otro y de alguna manera decía “así queremos viajar nosotros, así nos gusta que se hagan las cosas”. La metáfora del viaje, del cómo queríamos ir por la vida. Y mandaban un mensaje cifrado al sector pudiente, que recogieron el mensaje entre el enojo, la envidia y la vergüenza. Y eso era algo que no conseguían tampoco los medios de comunicación porque los medios se habían convertido en marionetas. Marionetas atrofiadas de no poder moverse a su antojo.
Claro, todo esto es algo que se escapaba a la comprensión de una mediana empresa o un ayuntamiento ahogado por su propio vómito. Por eso se quejaron al principio. Fue una cosa absolutamente de locos, propia de unos visionarios.  Ver esos autobuses con el símbolo del escudo, esa torreta con ruedas que se filtraba entre las calles de Jerez, llevando a la gente por un precio irrisorio para lo que caía entonces, era algo muy significativo.
No olvidemos que no solo era reflotar, limitada y sectorialmente, los itinerarios que conectaban diversos puntos de Jerez, era también el mensaje sostenible que llevaba implícito. Estos autobuses funcionaban con un carburante mucho más respetuoso con el medio. Copiaban el estilo sudamericano. Cómo se abastecieron durante los primeros meses fue una auténtica incógnita. Lo fuerte del asunto en que convencieron a empresas que ese podía ser buen camino y articularon la manera de hacerlo. Inversión más ilusión se había convertido en productividad. Si los medios de comunicación actuaban al servicio de las buenas costumbres (y no al revés, que es lo que hasta entonces pasaba), lo imposible pasaba a ser probable, y lo probable, finalmente una realidad.


¿Quién era el Templario?

Se hablaba de un Bruce Wayne a la jerezana, ya sabe, un Batman. Un rico que se había arrepentido de serlo, pero que tenía demasiado dinero para ignorarlo. Así que decidió emplearlo en otras cosas. Yo no tengo tan claro que fuera así. Me cuesta imaginar a alguien que proviniera de la riqueza generada aquí transformándose en un activo social. Puede ser, pero creo que un análisis tan objetivo y certero como el que hizo el Templario requería de una visión externa. Los terratenientes siempre fueron esquivos a mojarse socialmente. Creo que pudo ser alguien que la ciudad acogió bien, se sintió adoptado y terminó enamorándose perdidamente de ella.
 Y alguien influyente, sin duda. Tanto como para conseguir un padrino o padrinos económicos. Solo el traje de Templario ya era una barbaridad de costoso. Las fotografías están para mostrarlo, sus cinturones, el casco, la cota de malla. No estamos hablando de un cualquiera.
Nunca vi tantos periodistas en Jerez persiguiendo un fantasma. Nos solíamos situar cerca de la catedral, frente a la mezquita, donde se decía, tenía su base de operaciones. Pero pese a que la policía registró cada uno de los rincones del emplazamiento y que fuera  improbable que se hubiera construido una base de operaciones cercana, seguíamos teniendo la esperanza de que apareciera por allí. Y es que El Templario era un símbolo inclasificable.  




¿Qué fue de él?

Como todo en torno a su figura, es algo incierto. Se sabe, por conversaciones que mantuvimos con entidades y personas que trataron con él, que iba a abandonar la ciudad. Que cortó todos los sistemas de comunicación que había mantenido y que después de septiembre de 2012 ya no quedaba rastro alguno del Templario.
Hubo quién especuló con que aparecería en ciudades colindantes. Cádiz, El Puerto de Santa María, San Fernando… pero eso nunca sucedió. Personalmente, pienso que la gente lo decía más por ilusionarse que porque hubiera posibilidades reales. El Templario no iba a conocer la idiosincrasia de cada población y cómo moverse en ella y bajo qué parámetros. El trabajo en Jerez fue un trabajo que seguramente requirió años de visión estratégica para luego vertebrar cada acción. No, definitivamente era imposible repetir sus hazañas. A no ser que salieran imitadores, claro. 

martes, 15 de mayo de 2012

El Templario, diez años después. Psicólogo social


José Ignacio Haro
Psicólogo social
49 años 
Febrero de 2022

Yo creo que al Templario no lo conocía nadie. Ni siquiera él mismo. Creo que de alguna manera se fue descubriendo a partir de su propia locura.
Y eso que su locura no fue más que el reflejo de la cordura, de las cosas bien hechas, pero las cosas bien hechas se habían convertido en un imposible. Usted fíjese bien en que cuándo apareció una cosa así, una especie de símbolo del desespero, Jerez era una ciudad imposible. Imposible de gobernar porque los gobernantes habían creado un engendro que se devoraba a sí mismo. Imposible de rectificar. Imposible de revivir. Imposible de soportar.
Estábamos tan acostumbrados a la imposibilidad de hacer cosas que cualquier logro lo considerábamos un acto heroico. En la ciudad de los ciegos, ya sabe, el tuerto es el rey. El Templario aceptó el peso de una tradición mezquina y la cargó sobre sí mismo.
El problema es que la gente no conocía bien los porqués del desastre que asolaba la ciudad porque no tenían porqué entender de macroeconomía, de deudas y créditos, de gobernantes irresponsables y de leyes de construcción y deconstrucción. Y los gobernantes, por su parte, no eran capaces de asumir responsabilidades. No era nada fuera de lo normal, nunca nadie lo había hecho en la historia política reciente. ¿Admitir las culpas, los errores, el fracaso social? ¿Por qué iban ellos a hacerlo? Al final, era una bola de nieve colina abajo. Había una asumida conciencia del fracaso.
El Templario fue actuando emitiendo respuestas pero sin hacerse preguntas a sí mismo. Y de alguna manera, fue despertando un positivismo inaudito entre los habitantes. Se esforzaba tanto en mejorar lo que veía que no tenía tiempo de mirarse. Creo que muchas de sus actuaciones fueron improvisadas, solo que como improvisador tenía una capacidad innata, por encima de todos los demás.



¿Cuál fue su mejor actuación?


La modernización del cine Jerezano, sin duda.
Una inyección en plena arteria aorta de la ciudad. El cine Jerezano es y ha sido un símbolo de de la ciudad. El nuevo orden de las cosas condujo a su abandono y el abandono del cine Jerezano tuvo mucho de espejo con el abandono de Jerez. Al mismo tiempo que sus fachadas se llenaban de mugre, Jerez se pudría por dentro. La falsa promesa de la modernidad se había tragado uno de eso símbolos que debieran siempre mantenerse.
Era necesario algo así. Sospecho que se trataba de un golpe elaborado mucho tiempo atrás, más del que al principio le concedieron las investigaciones. Hablaba antes de la improvisación del Templario y es cierto que en muchas acciones improvisó, pero en ésta no, fue un plan preconcebido y perfectamente diseñado. Supongo que alguien diría: “Vamos a restituir símbolos”. Y así fue. La convocatoria por redes sociales, esos videos que anunciaban algo grande en la plaza San Andrés, el hecho de que fuera el primer gran impacto público de la marca y de la figura templaria, el escudo como llamamiento a la protección social, el discurso desde la azotea, la posterior huída...
Cabe preguntarse por qué nadie sospechó siquiera de la que se estaba montando. Seguramente porque la clase política andaba siempre mirándose el ombligo y no sabía que otro mundo se estaba organizando ahí afuera. Las fuerzas policiales andaban de huelga y preocupadas por asuntos relativos a sus nómicas y claro, en el desconcierto resultaba más fácil moverse. En ese sentido, les estaba bien merecido. Por más que corría la liebre, no conseguía atrapar al ratón. Y el Templario se convirtió en un ratón con muy mala idea.
Sí, lo del Jerezano fue su mejor golpe.

¿Quién era?


No se han puesto de acuerdo ni los periodistas, imagínate yo. Pienso que era alguien con un enorme afán por hacer cosas. Alguien que en círculos sociales probablemente fuera una persona solitaria, observadora y con tendencia al escapismo. Seguro que en su foro interno le vibraba el nervio cuando escuchaba determinadas noticias. Y le disgustaba tanto lo que estaba viviendo que no encontró más refugio que organizar un plan de acción. Probablemente, el Templario equilibraba su personalidad a través de su alter ego. Sería reservado e individualista como persona y extrovertido y aglutinador como símbolo. Y desde luego, era alguien que supo atar muy bien la incógnita respecto a su verdadera identidad.
Para ello, tuvo que hacer una red de contactos importantes. Tratar con políticos, jueces, policías. Muchos de ellos, hay que recordar, suponen todo lo que el Templario criticaba. No tuvo que ser fácil, debió entablar relaciones solo con quiénes creían en una mejora del sistema y eso conllevaba un trabajo de filtrado enorme. Negoció con sus enemigos sin tratarlos como tales. El que la propia vanidad humana enfocara muchas veces de mala manera determinados puestos de trabajo, no era motivo para universalizar esos casos. Aún quedaban políticos honrados, jueces imparciales y policías al servicio de la comunidad. Él no tomó la parte por el todo y eso le trajo grandes réditos. Y luego no dudó en aprovecharse de ello.



¿Qué crees que ha sido del Templario?


Pues que, de alguna manera, su destino no le pertenece y es algo que decidirá la sociedad. Hemos de saber gestionar ese legado. Es innegable que su espíritu contagió a mucha gente. Fíjate, llevamos diez años hablando de él.