a Luis Cernuda
Será porque en mi niñez sigo enrabiado
de pena, mi condena es veros vivir lo poco que queda de mí en el patio
de vuestra infancia. Os veo correr una cortina de esperanza sobre mi
alma baldía. Os veo beberos mis días presos de una eterna sed.
He vivido entre dos guerras: la que
nunca me dejó ser y la que siempre alejó mis ilusiones. Los brazos que
no abracé nunca, los ojos que no mentí, el credo que se volvió salmo.
¿No son suficientes para colmar este prestado desconsuelo?
Ahora me preocupa el jersey, la bolsa
que enfunda el bocadillo y que los críos vivan sin frío los avatares de
la mañana. Me visto y no sé pa quién, me fumo en pipa la maleza de un
mundo áspero, me reza y no respondo al hondo conjuro del futuro y me
empalmo con una vida concatenada al tormento, ignorando la bocina de las
noches.
En el caso de mi patria he fracasado, en
el aspecto de mi espectro soy un mártir, en el fado soy tan frágil que
he llorado tu maldita ausencia.
Allá, allá lejos, donde habita el olvido, queda un suspiro de mí.