Eres la aventura de mi vida, dijo ella. Él no comprendió si de todas las relaciones extramatrimoniales que había tenido, era el mejor valorado, o si se trataba de mucho más que eso, de la aventura en el concepto mágico de la palabra, de lo más estimulante, intrépido e inesperado que le podía estar sucediendo. Si era lo primero, fortalecería su orgullo, se iría contento a casa y poco más, pero si se trataba de lo segundo, debía elegir entre poner fin a eso o desatar su amor, secuestrado hace tanto tiempo y tan dormido que, quizás, ni el mayor de los estruendos fuera capaz de despertarlo.
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