Dejó el libro abierto encima de la mesa, e imprudente, marchó de vacaciones. A su vuelta, la casa estaba poblada por sus personajes, de los que solo conocía el comienzo de su historia. Les preguntó qué hacían allí pero cada uno tenía su propio punto de vista y era imposible ponerlos de acuerdo. “Ya os pondrá de acuerdo la novela”, les dijo, “vuestra vida al fin y al cabo”, y ellos, ofendidos, se fueron marchando desairados y casi sin despedirse, convencidos de que podrían reescribirlo todo.
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