En el cabaret, todo el mundo suspira por Tamara, la bailarina de pelo negro. Ella no se llama realmente así, aunque la verdad es que poco importa. Lo que importa es que en su piel y sus labios vive la tentación misma. Por eso, el barman intenta impresionarla desde su porte, con la mezcla de sus cócteles y el trato exquisito con el que dispensa a los clientes, el pianista confía en seducirla con su melodía de ensueño, la otra bailarina, con la destreza que exhibe siguiéndole el paso, y los clientes, invitándola a copas y dejándole dinero en el corsé. Todo funciona a las mil maravillas cuando la música suena. Después, entre bambalinas, la ambición se confunde con el fracaso. Y es lo que lleva al dueño del negocio a pensar si no va siendo hora de subirle del sueldo a Tamara. Y de ofrecerle horas de más, por el bien de todos.
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