Persiguiendo a ese tipo, el zombi iba pensando que aunque sus andares fueran pesados y torpes, su agilidad francamente mejorable, le faltara un ojo, tuviera el aliento astringente y su tez se volviera cada vez más tersa y rasgada, al menos tenía mejor resistencia física, perseverancia a la hora de perseguir un objetivo y una gran conciencia de grupo. Y eso era algo que les diferenciaban por completo de aquellos que habían tenido que ser antes de lo que eran ahora, seres que corrían como pollos sin cabeza, de una lado hacia otro, sin más plan que seguir viviendo hasta encontrar su salvación traicionando todo lo traicionable. La comunidad zombie no era así, actuaba más sesudamente aunque no les quedara seso, al unísono, dejando en paz a los animales y plantas y dañando solo a quiénes más lo merecían. Sí, su manera de vivir era muy honesta, e infinitamente más sencilla.
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