Llevaba cinco años desaparecido y aún no se había dado cuenta. Lo supo por unos carteles que vio mientras paseaba, pegados en las paredes de un barrio donde vivió hace ya algún tiempo. Y entonces cayó. Cayó en su propia dejadez, en la trampa del desdén de los días. Sí, puede que llevara algún tiempo distante. Y puede que con el ajetreo, con esa inmensa inercia que sujeta la rutina, hubiera olvidado algunos amigos, se hubiera ausentado de algunos lugares habituales, e ignorado las buenas y viejas costumbres de siempre. Pero es que uno no acierta a descifrar cómo ha pasado de una rutina a otra. Solo se da cuenta cuando mira a su alrededor y todo es diferente. Eso era lo que le había pasado a él. Ahora le daba apuro volver a reclamar su rincón de antaño, pues qué iba a decirle a la gente. ¿Que quiere volver a los lugares de antes, ser de nuevo quién era, que por favor le perdonasen su afrenta a la memoria? Y qué iban a contestar ellos. No, ahora no, ahora te vas a ese lugar donde creías ser más feliz y regresa por dónde has venido, si llevas tanto tiempo ausente es porque te has dejado ir lejos, muy lejos, tanto, que ahora no sabes siquiera distinguir el camino de vuelta.
(*Ilustración encontrada en el blog de Pepo Pérez, guionista, dibujante e ilustrador, http://www.pepoperez.com/ y http://pepoperez.blogspot.com/)
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