A veces, me tomo la escritura como una batalla entre lo escrito y lo no escrito. Lo verdaderamente importante, pienso, es escribir con palabras una buena historia no escrita. No importa lo que está sobre el papel si en la mente del lector se forja una buena historia no escrita, si él completa con su imaginación todo lo “no dicho” y queda satisfecho. A veces, hay escritos excelentes cuya historia no escrita no funciona y por eso fracasan, y escritos que, pese a no alcanzar la excelencia literaria, tienen ese empaque que te hace pensar que se trata de un buen texto. Lo que implica que la imaginación juega un papel fundamental en la literatura, pero no porque el lector tenga que imaginar lo que le cuentan, sino por todo lo contrario, debe imaginar lo que no le cuentan a través de esas palabras, las elegidas, las únicas que aparecen en el relato. Y he ahí el verdadero reto.
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