domingo, 18 de diciembre de 2011

Candela en la catedral

Ahora se sale por asquí, ar centro, a la peña de ar laito de la Catedrá, en er parquecito de tierra, aonde estaba er rastro, jí, aquis tamo, venga, taora guapa, adió, adió… dice Candela por el móvil, y se sienta en la Vespa con la Catedral detrás y más atrás aún la luna, como si fuera una sirena encima de una piedra, piensa Ángel, que la está mirando y se acuerda de una película que vio cuando era un niño en el televisor de su tío, cuando en verano se dormía siesta y le dejaba ver lo que quisiera en la tele. Pero ahora sigue mirando a Candela, escuchándola hablar y viendo como exhibe su piel morena tapada solo por unas cadenas y un top de esos que vende en el puesto, algo que en el fondo no le gusta, que la gente siempre esté pendiente de cómo viste, de qué habla o de qué deja de hablar la Candelaria, no puede la gente perderse por ahí o meterse en sus cosas. Oye, que la Asun viene pacá, avisa Candela al grupo, y a todos les entra por un oído y les sale por el otro, excepto a Ángel, que se alerta mientras los demás, en corro, se pasan las cervezas y unos cuantos porros ya hechos chusta, apurados hasta los dedos.

A esa hora de la noche a Ángel ya le tiemblan todas las pulseras, la que le regaló su viejo y la que le regaló su hermano antes de irse de gira hace un año, las dos ahí con el temblique, que parece que hayan visto un espíritu o algo así. Y aunque cantar, ya ha cantado antes, y bailar lo ha hecho un puñado de veces, nunca ha cantado y bailado delante de Candela, que por unas cosas y otras siempre falla cuando a él le toca cantar, acompañado de su tío a la guitarra, alguna bulería, una seguiriya o una soleá así con más sentimiento. Jamás han coincidido, por eso tiene ese dolor en la barriga Ángel, un revoltijo en la mismísimas entrañas que le dice que si Candela le va a ver esta madrugada, se enamora fijo de él, porque vale, puede ser menos macho que el Migué que tiene ya coche y un viaje de anillos y es muy gracioso delante de todo el mundo, o puede ser peor bailarín que el José, que baila que te mueres, y además es, seguro, el más feo de los tres, por culpa principalmente de sus dientes, pero nadie canta como él, eso lo sabe el Migué, lo sabe el José y lo sabe todo Dios, pero sobre todo lo tiene que saber Candela hoy a la noche, y quedarse derretida, y ensismismadita como cuando ve los videos de la Paquera y se le ponen los ojos llorosos, que parece que le estuviera pasando algo malo.

Por eso Ángel se abalanza al Chusco, que está fumando como si no existiera un mañana, y le dice, eh, Chusco, esta noshe, intenta mové a la gente pa la peña, a que la Candela me vea cantá, no la dejé por ahí de fiesta con la Asun, que esa é una mangante y ya sabe tú que le gusta musho er buitreo y el buscá gresca, te lo pido po favó. ¿Me va hacé ese favó Chusco? El Chusco asiente, en realidad el Chusco siempre asiente, pero esta vez rápidamente se esfuerza en aclarar, claro compare, tu lo que tiene quacé es cantá una de las que meno sespere, no una de Camarón que es lo típico, tu mentiende, canta por er Torta, por er Terremoto, por er Capullo o por la Paquera, uno de eso, se va cagá esta noche primo, azme caso.

El Chusco grita a la gente que a las dos en la peña, ni un minuto más ni un minuto menos, aunque todos saben que luego empezará más tarde, a la hora que los viejos les dé la real gana. En pocos minutos, la plaza se va quedando huérfana y la gente desperdigándose por el Centro, por San Miguel y San Marcos y las calles cercanas, y se van a cenar o a encontrarse con sus familias antes del recital, que acabará a la hora del desayuno.

Estarán todos menos mi hermano: padre, madre, primos, primas, hermanas, tíos, tías… piensa Ángel bajando por la catedral y a la vez que deambula los callejones, luego se persigna y reza al Cristo de la Viga un padrenuestro templado, se besa la cruz y la deja reposar en su pecho. Mientras se acerca a Santiago, mira las calles vacías como en duelo y piensa en qué va a cantar, si una cosa o la otra, y sabe que su tío le va a seguir sea lo que sea porque su tío es como un camaleón y lo mismo te toca de un palo que te sabe cambiar al minuto sin rechistar ni nada porque es un artista de los de verdad, y toca dejando poso, y el poso es eso que se transforma y hace que la gente se vaya loca a sus casas a escuchar los discos a ver si encuentran algo igual a lo que han estado escuchando y luego nunca lo encuentran, y solo entonces se dan cuenta de lo que es el flamenco, solo entonces comprenden que el flamenco es de la calle y de las casas y de los patios y de las voces de los gitanos y de las gitanas, de sus mañanas y de sus noches, de sus bailes y de sus guitarras, y no se puede meter en un aparato y pensar que se puede escuchar lo mismo. Por eso se llama duende, porque no se puede encerrar y va de un sitio a otro, como si fuera magia, y hoy está aquí en esta voz y mañana en los tacones que usa Candela cuando baila y el otro en la voz de la abuela, que está a punto de morirse pero canta como si fuera un demonio. Eso lo tiene clarísimo Ángel, y también Candela, porque del flamenco siempre que hablan opinan igual, como dos almas gemelas, y siempre que baila dice lo mismo que cuando él canta, solo que lo dice con el cuerpo, con su tripa hablando flamenco, su melena hablando flamenco y sus labios besando flamenco.

Iño, come, corre que nos vamo a tené que í, que hay que llegá temprano, dice su madre. Má, tranquila, ji no hay nadie allí, contesta Ángel. Frente al espejo se salpica, ceremoniosamente, con la colonia de su padre, esa que está acostumbrado a oler desde que era chiquitito y que le llega hasta el cerebro siempre que lo tiene cerca. Se enjuaga el pelo a la manera que acostumbra en los ensayos, soltando su melena mojada al aire, y con delicadeza, se pone la camisa blanca abriéndose los tres primeros botones, dejando al Cristo asomarse, y encima esa chaquetita fina de color gris que le estuvo arreglando su madre durante toda la semana. Er niño, iraló, está hecho unombre, dice su madre orgullosa mientras le coloca el cuello y las solapas.

Por el Centro, el Chusco pierde el rastro de Candela, que se ha metido en el jaleo del bar y ahora cualquiera la encuentra. La Asun y la Candela juntas, ojú,que mieo, piensa el Chusco, que olisquea por el tabanco y sabe que tienen que estar cerca, porque ahí es donde se juntan todos antes de los recitales, y además están sus primos en una esquina como siempre hacen y ella tiene que salir por donde estén ellos, si no, no sale. Sus primos, que se hacen los hombres hablando de hacer apaños con la chatarra y de ir mañana temprano a yo no sé dónde a recoger yo no sé qué. El Chusco los mira, y pregunta por Candela y Asun, y le contestan que no han visto ná de ná, y que se largue, que ahí no pinta un pimiento, y que qué coño hace buscando a su prima y a la amiga de su prima, y el Chusco les dice que le tiene que dar una medalla que se le había caído en el parque, ah, vale, po no tenemo ni idea, le contestan y Chusco se va, desesperado, sabiendo que va a ser difícil encontrarlas y que más le vale rezar a la Virgen del Valle y que aparezcan en el recital, si no al Ángel le va a dar algo.

Ángel está preparado, su tío le custodia a un lado y el grupo de cantaores y bailaoras preparan su estampa, afinando las guitarras y bebiendo el último trago. A él lo dejarán para el final como manda la tradición festiva, los jóvenes como colofón de la fiesta, el paso solemne y a la vez alegre de toda una herencia, la responsabilidad más grande que te puedas echar a la espalda. El murmullo del gentío es cada vez más atento, hay ganas de jarana y el patio luce para la ocasión, bonito hasta decir basta porque la dueña ha regado las macetas, adornado las buganvillas y decorado las mesas y las sillas, que también esperan el momento.

Se escucha el primer zapateao, el Evaristo dejando el alma suelta por el escenario. El Chusco conoce ese sonido como el de su propia voz, y busca consuelo a su agobio mirando alrededor de la peña, preguntándole hasta a los payos, a los turistas, a quién sea, ¿dónde está la Candela? Durante el primer guitarreo, el tío del Ángel le rasga las costillas a este mundo, acordes que precederán al tronío de la Chacón, pero de las niñas no hay ni rastro. La Chacón se descabrita cantando, alzando la voz hasta que trepa las enredaderas y se funde en la bruma de la noche, el Chusco busca en la barra de la peña, señó, ha visto usté una gitana asín to guapa con unos zarcillos gigante, si guapa son toa jomío, contesta el camarero, mientras se prepara ya el cante jondo. Entonces, al tiempo que la guitarra se toma un respiro y deja a una voz rasgada enfrentándose al silencio, el Chusco ve a la Asun, y le pregunta, Asun, Asun, aonde está la Candela, mujé, y Asún se gira y, a la vez que llora, contesta, ofú, Chusquito, se lan llevao la policía, se lan llevao, que le quité la cartera a un payo y la cogieron a ella, que estoy agilipollá por el amor de Dio, ay Chusquito, ¿cacemo? El Chusco ni contesta y corre como un poseso, abandonando la peña en busca de la policía, dejando a la Asun a lágrima viva y arrepintiéndose de sus miserias. A Ángel, la noche acaba por abrirle la camisa. Nostá la Candela, piensa, pero no puede parar y esperarse, no él y no ahora, gitano hasta las trancas, y no le queda más remedio que cantar. Aún desde el lamento, chilla, ¡Amonó por el Torta! Su tío rasguea su esclava, cálido como una manta para el invierno, y arropándole la pena, a él se le quiebra la voz como nunca antes, un hombre ya y no el niño que era, así, por fin, le da por cantar, Y abrázame, no me pregunte dónde vengo…

2 comentarios:

  1. "Pues, quien no conoce Andalucía, no conoce España", nos dijo un guía en Sevilla. Y tenía razón. Me gustó mucho esta historia, hasta me pareció escucharlo cantar al Angel.

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  2. Ayer me decían que estaba todo muy caricaturizado en la historia. Y tiene un poco de razón. Pero es que muchas veces nos convertimos en caricatura de nosotros mismos.

    El Angel cantaría por el Torta, algo así, Cristina.

    http://www.youtube.com/watch?v=a0wH-NAszX8

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