Aquella mañana su planta le habló.
Hola, buenos días, dijo. Perdona que te diga, pero es triste esta penumbra a la que me has sometido. ¿No sería mejor sacarme al sol? Unos metros desplazándome por la cornisa y nada más, así ganaré las horas necesarias para sentirme bien. Ya tengo suficiente con la tortura de la radio, con esos informativos tan tristes y los programas donde la gente se grita de rabia, para que encima me tengas aquí en una esquina olvidada. Mira mis hojas flácidas de no querer levantarse, mi tallo endeble de suplicar su vuelta a la tierra y mi espíritu alicaído que apenas me deja hablarte. Así es complicado levantar cabeza como te puedes imaginar, si te pasas el día entre el frío y la sombra, si el azul del cielo se convierte en una quimera, si te sientes ahogada por el único placer del agua y suspiras porque algún día, si tienes suerte, quizás se filtre entre las mamparas un inconsciente rayo de luz.
Simplemente, hermoso texto.
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