Al abrir la puerta de casa, a la Muerte le sorprendieron varios niños disfrazados con su mismo atuendo. ¿Dulce o susto?, preguntaban sonrientes, y le mostraron unos sacos cuyo fondo no fue capaz de apreciar. Un momento, dijo, y encajó la puerta de casa desconcertada. ¿Era una provocación de la Vida? ¿Estaba mandando a sus más fieles acólitos con tal de asustarla? Como no tenía dulces, se dirigió a la entrada y dijo “elijo susto”, y después cerró. Los niños comenzaron a revolotear por todo el jardín, haciendo ruido y tocando las ventanas de casa. Sus risas, maléficas y llenas de vida, parecían no tener fin.
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