En la AHD (Asociación de Hombres Diferentes), se esforzaban por potenciar, en cada uno de los socios, sus propias maneras de ser. Organizaban salas para desarrollar las destrezas individuales e igual te econtrabas algún miembro haciendo recetas novedosas que escribiendo relatos, proponían charlas-coloquio con temas que afectaban a la sociedad e intercambiaban ideas en interminables debates, donde se fomentaba la heterodoxia y la diversidad de opinión. Pero pese a que había hombres de diversas clases, condición y orientación sexual, luego siempre volvían a caer presos del mismo slogan que los englobaba a todos como si de una maldición se tratase. "Todos los hombres son iguales", decían por ahí, y al presidente, vicepresidente y demás asociados de la AHD se les iba quitando, poco a poco, el ánimo de reivindicarse.
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