El día después, todos esos monstruos se sintieron solos, excesiva y cruelmente olvidados. Nadie tenía un recuerdo para ellos. Los días de vino y rosas pasaron a la velocidad de un alud de oscuridad. Optaron por refugiarse allí, en lo más recóndito, y solo si un niño perdía el sueño y se despertaba en mitad de la noche, salían a hacerle la vida imposible. Tras su traición, no merecían otra cosa.
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