viernes, 13 de enero de 2012
Horas extras
Yo me encargo, dijo, dejadme a solas por favor, suplicó, tan solo necesito un momento, incidió, comprendedlo, es difícil para mí, pero el forense del depósito nunca movió un cadáver que, por otra parte, era la mujer de su vida. Habilitó una de las cámaras que solían estar vacías y olvidadas, se aseguró de que nadie pudiera abrirla sin su consentimiento, creó un parte falso de cremación, dispuso de una urna falsa el día del entierro y siguió la vida como acostumbraba, solo que ahora, en vez de hablar en casa a la vuelta del trabajo, tenía que quedarse en él aludiendo cualquier excusa con tal de terminar hablando con su mujer de la vicisitudes del día a día, de estos nuevos horarios que estaban alterándole el sueño, de lo difícil que resulta, de pronto y siendo ya mayor, renunciar a la compañía. Ella siempre había sido una mujer callada, de piel pálida y fría, en el fondo, no había cambiado gran cosa.
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El relato venía de tragedia, de soledad incurable, de mente patológica, de película de terror en blanco y negro, en fin, de dramas humanos y dolorosos. Hasta que llegó el inesperado y risueño remate. Me encantó.
ResponderEliminarHay gente cuyas parejas parecen más cerca de la muerte que de la vida. Gracias por tu apoyo, constante, importantísimo :).
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