Cuando llegó a su habitación, alguien estaba durmiendo en la cama. Apartó las sábanas para ver quién era y resultó tratarse de sí mismo. Uy, perdón, perdón, decía su otro yo visiblemente aturdido mientras iba incorporándose, me he quedado dormido, ¿qué hora es? Uff, debí despertarme ayer, he dormido demasiado. ¿Tú eres yo mañana, no? No supo qué contestar y como quién calla otorga, su otro yo lo interpretó afirmativamente. Mira, hagamos una cosa, toma estas dos pastillas azules. Tómate una para quedarte dormido hasta mañana y cuando tu otro yo del futuro te levante, dile que te has quedado dormido y que se tome la otra pastilla azul. Así vamos haciendo cadena, no nos solapamos y podemos seguir viviendo igual que hasta ahora. Si no va a ser un jaleo. Es que, ¿No veas la juerga que nos pillamos el sábado, eh? Su otro yo fue rápidamente a darse una ducha dejándolo solo. En la mano, sostenía dos pastillas azules. Como no soportaba convivir consigo mismo, metió una en su bolsillo y, mientras pensaba en que sí que se había notado cansado durante el día de hoy, ingirió la otra. Le costó un poco hacerlo sin agua. Últimamente hasta eso le daba pereza.
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