Últimamente se sentía rara y visiblemente aturdida, pese a que la vida, por el contrario, pareciera transcurrir de manera normal, con toda esa gente que iba y venía a través del cristal. No quería volver al vértigo de los días pasados ni a esa extrañeza que le invadía cuando la luz se marchaba. Sin embargo, a la rata de laboratorio ya le empezaba a quemar la piel, señal inequívoca de que todo iba a precipitarse de nuevo.
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