Al mirar el reloj, ya no veía la hora, sino el tiempo que le quedaba por vivir. 438.000 horas A.M. “Antes de muerto”, comprendió. Así que, corriendo, atrasó el reloj poniéndose cinco años más de tiempo, lo que sumaban 481800 horas. Le daba pereza la eternidad, pero tenía muchas cosas por hacer. De igual manera, se sintió fuerte, más joven incluso, dispuesto a comerse el mundo.
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