domingo, 6 de diciembre de 2015

Ganarnos

Os voy a contar una historia de esas que me suceden a mí. Ayer fui a un recital muy bonito de poesía en Nollegiu, del poeta andaluz Rubén Martín. Como cada vez que me junto con Sergi de Diego Mas y Wan Casamitjana Fernández, la cosa se nos fue de las manos. Literatura, música, comida y alcohol.
Volviendo a casa, como hay una hora de distancia contando con el transbordo e iba bajo los efectos del alcohol, me dormí. Llevaba conmigo una bolsa con un libro y un cómic que me habían regalado y algunos cables de informática, así que decidí abrazarla para que nadie me la quitara.
Unas paradas después, me levanto de sopetón porque un ladrón me tira de la bolsa (no sé para qué la querría), pero al ser de papel y como yo estaba abrazado a ella, se rompe y me quedo con todo. Se me quitó la borrachera ipso facto. A mí lo de la bolsa, me da un poco igual más allá de que es un regalo, reaccioné un poco por instinto. El tipo tenía un aire a Alan Moore, una indigente medio loco con una mirada extrañísima (aún sigo un poco atrapado en su mirada). Le dije: ¿Me querías robar, no?
Lo dije tan fuerte que miró todo el vagón, pero todos hicieron como si no pasara nada. Se quedaron mirando sus móviles o hablando entre sí, o simplemente pasaron de lo que acontecía. Sólo sintieron la necesidad de ayudarme dos musulmanes que estaban sentados cerca. Le abroncaron al hombre y me dijeron que estuviera tranquilo. A la siguiente parada, como estaba ya cerca de casa, me bajé.
La historia no tiene mucha chicha. Pero de todos los que hubieron allí, me quedo con que sólo los dos musulmanes me ayudaron. Lo digo por en esta época de histeria colectiva y de miedo al diferente, situarnos más allá de los prejuicios es ganar la primera de las batallas por la tolerancia y la fraternidad. Es ganarnos, de alguna manera, a nosotros mismos.