lunes, 31 de octubre de 2011

Música de ascensores

El ascensorista no sabía muy bien si se sentía feliz o no con lo que había tocado vivir. A veces se decía que sí, como cuando subía o bajaba con aquella vecina hermosa y sonriente que vivía en el sexto piso. Quizás, algún día, su sonrisa tuviera que ver con él, fantaseaba cuando ya se había marchado. Otras veces, en cambio, se sentía desdichado escuchando los pésimos vaticinios que el anciano del quinto dictaba sobre la sociedad y sobre sí mismo. Las clases modestas, decía, están condenadas a ser todavía más modestas y yo aguanto la amarga condena de ver todo eso antes de morir, y salía del ascensor con su sombrero y paraguas como si no hubiera dicho nada, dejándole un chaparrón de pesimismo. Pero la mayoría de veces, la gente no decía nada, ni siquiera saludaban y se perdían en sus aparatos de música o teléfonos móviles como si no existiera, después de indicarle a qué piso iban o si salían por la puerta de entrada o el garaje. Cuando se quedaba solo, a veces se perdía, y no sabía muy bien si estaba bajando o subiendo.

viernes, 28 de octubre de 2011

Corrientes circulares en el tiempo

Dicen que el universo es plegable. Que existe otro punto, al otro lado del espacio tiempo, que si se pliega, coincide exactamente con el lugar en el que estamos. Que sucede igual con otras realidades, con otros yoes que existen paralelamente a nosotros y de cuya existencia no tenemos ni la más mínima idea. Por eso, a veces, tenemos la percepción alterada, como si nos hubieran cambiado algo y no supiéramos exactamente de qué se trata. Dicen que, a veces, esos mundos se “mudan” temporalmente. Y que existen muchas cosas ahí afuera, en diferentes lugares y tiempos, mientras nosotros nos empeñamos en que el universo gire alrededor de nuestro ombligo. Me encantaría saber cómo funciona mi pliegue, ese mundo alternativo al que no tengo acceso. Me gustaría saber cómo funciona mi otro yo, su gente, sus maneras de vivir. A veces, pienso, daría cualquier cosa por plegarme y amanecer en otro sitio y en otro lugar. Igualmente, me pregunto qué sería de mi otro yo si se despertara, sorprendido, viviendo la vida que a mí me ha tocado vivir. ¿Estaría contento o sería, cómo decirlo suavemente, un cúmulo de catastróficas desdichas?

miércoles, 26 de octubre de 2011

El síntoma

Últimamente se sentía rara y visiblemente aturdida, pese a que la vida, por el contrario, pareciera transcurrir de manera normal, con toda esa gente que iba y venía a través del cristal. No quería volver al vértigo de los días pasados ni a esa extrañeza que le invadía cuando la luz se marchaba. Sin embargo, a la rata de laboratorio ya le empezaba a quemar la piel, señal inequívoca de que todo iba a precipitarse de nuevo.

martes, 25 de octubre de 2011

El título más largo del mundo

Al charlatán, le costaba contener su verborrea y quedarse en lo esencial. No sabía decir te quiero, te necesito, aquí estoy o soy feliz. Y aunque se trabajó un discurso grandilocuente con el que explicarse su soledad, algo acerca de los problemas del mundo y la comunicación entre las personas, lo cierto es que al final, como siempre, terminaban sobrándoles las palabras.

lunes, 24 de octubre de 2011

Una manera de matar a un bicho


Hay mecanismos de tortura que no se ven. Están implícitos en las buenas formas, en el correcto comportamiento. A veces me dan ganas de quitarme la máscara y vaciar el filtro de mis pensamientos impuros. Dejar todo ese mal libre, el odio y el rencor volando hasta quedar difuminados como si no hubiesen sido nada. Me gustaría marchar a la montaña y oxigenarme, pero fuera llueve y la ciudad se empeña en sus técnicas de opresión. Y yo me estoy ahogando en vida vacío de libertades.

El día de mañana

Cuando llegó a su habitación, alguien estaba durmiendo en la cama. Apartó las sábanas para ver quién era y resultó tratarse de sí mismo. Uy, perdón, perdón, decía su otro yo visiblemente aturdido mientras iba incorporándose, me he quedado dormido, ¿qué hora es? Uff, debí despertarme ayer, he dormido demasiado. ¿Tú eres yo mañana, no? No supo qué contestar y como quién calla otorga, su otro yo lo interpretó afirmativamente. Mira, hagamos una cosa, toma estas dos pastillas azules. Tómate una para quedarte dormido hasta mañana y cuando tu otro yo del futuro te levante, dile que te has quedado dormido y que se tome la otra pastilla azul. Así vamos haciendo cadena, no nos solapamos y podemos seguir viviendo igual que hasta ahora. Si no va a ser un jaleo. Es que, ¿No veas la juerga que nos pillamos el sábado, eh? Su otro yo fue rápidamente a darse una ducha dejándolo solo. En la mano, sostenía dos pastillas azules. Como no soportaba convivir consigo mismo, metió una en su bolsillo y, mientras pensaba en que sí que se había notado cansado durante el día de hoy, ingirió la otra. Le costó un poco hacerlo sin agua. Últimamente hasta eso le daba pereza.

domingo, 23 de octubre de 2011

Las líneas malditas

Hoy es de esos días que fantaseo con lo que hubiera sido mi vida en Jerez. Será que el domingo me consume o que acabo de llegar a la fase depresiva de la resaca y eso me conduce a la nostalgia y de ahí a mis raíces, el único lugar del mundo donde me siento cien por cien seguro. En la gran ciudad todo te hace sentir minúsculo, excepcionalmente pequeño. Imagino qué hubiera sido de mí de no haber vivido fuera durante cinco años. Los mismos que una carrera; la carrera de la vida, supongo. Imagino que tendría empleo, algo social seguramente, y que habría encontrado mi sitio en cualquier lugar y allí echado el ancla. Digo yo. O estaría como el treinta por ciento de la población, parada. Pero puestos a imaginar, mejor la primera opción. Imagino también que viviría aún en casa, esa casa que sigo llamando así sea dónde sea el lugar donde verdaderamente estoy viviendo. Mi casa está en Jerez. Es de mis padres, pero también mía. Ellos siempre lo han querido así y se me antoja una ofensa no considerarla como quieren que la considere. En fin, con trabajo y en casa. Los amigos serían los mismos, pero puede que me quisieran más por eso de que el roce hace el cariño, y estaríamos llenos de cebaduras. Y si tuviera novia, seguro que se acercaría a ese ideal que me hice siendo un niño y del que ya no queda nada, una novia de las de toda la vida. De esas que miras y sabes ya que está pensando. De esas que te devuelve la mirada y en realidad te está leyendo el pensamiento. Que te conoce tanto que incluso después de haberte conocido, te quiere. De esas. Y también estaría escribiendo como un loco. Quizás no tan regular ni con tanta ambición, pero escribiendo. Quizás no con los mismos recursos, ni con todo lo que aprendí estos años, pero escribiendo. Quizás no existiría ni el blog ni los relatos ni las novelas ni nada de eso, pero igual seguiría escribiendo. Y quizás, también, esa sea la condena que me hace imaginar todo esto ahora, la pasión por juntar palabras, el cosquilleo maldito que aparece a la mañana y no se va hasta que reviso la últimade las líneas que estoy escribiendo.