miércoles, 25 de junio de 2014

Wallada triste

Wallada triste-eclipse lunar Foto de Carlos Y.
Foto de Carlos Y.

A Wallada Bint Al-Mustakfi
Córdoba, 994-1091

Mi medio poema sigue esperando su infinito* mientras, esclava de tus versos, agoto la fuerza de remar desde el otro lado. Esta maldita costumbre de ser siempre dos obliga a vivir bailando con una promesa rota. Lo confieso, me sorbe el espíritu.

Y en el antifaz de tu mirada ya no queda un atisbo de mí. Tú, mi salvación y mi condena. Te busco en esta Córdoba que se pisa el horizonte y te encuentro acompañado de quien cosía mis guirnaldas. Hay algo perverso en la traición que choca con las paredes de la libertad. Mi plan es ser tu eclipse hasta que las lunas dejen de entrometerse entre los dos.

He formado tantas mujeres en el arte de amar y en la caligrafía de la resistencia, que ahora se resisten a vivir bajo el dictado de lo ajeno. Se han apropiado del coraje prestado y es señal que van por buen camino. Como profesora estoy orgullosa, como cómplice, siento la daga alcanzando mi vértebra de la venganza. Hablar de la libertad es cargar sus contradicciones y ahora me toca pagarlo.

Escribir es garabatear los susurros del alma. 

* En la Córdoba Andalusí los poetas completaban los poemas de otros poetas en sus reuniones.

martes, 3 de junio de 2014

Insecto, en Obituario Magazine 15, dedicado a Kafka


He vuelto a participar en mi Fanzine de cabecera, Obituario Magazine. Esta vez va sobre Franz Kafka. El Fanzine está coordinado y editado por Gabriel Noguera y Sonia Marpez.






INSECTO

Una vez el ciudadano se despertó, una mañana después de un lustro tumultuoso, y desayunando tranquilo antes de volver otra maldita vez al trabajo,  puso el televisor y vio cómo el presidente de la nación hablaba a su vez a través de un televisor de plasma y apoyándose sobre el atril desde donde se dirigía al pueblo, con el mismo atuendo de siempre pero con seis patas repugnantes sosteniendo unos folios de manera dificultosa, intentaba leer emitiendo un chirrido ininteligible propio del insecto en el que se había convertido.

En la pantalla, reconocido por fin como el animal más despreciable del globo, con su capacidad para esconderse y aparecer por sorpresa, la mirada titubeante de sus dos ojos compuestos y tres ojos simples, su apestoso líquido abdominal con el que se defendía y un cerebro gelatinoso, parecía desvelar, a través de sus alas inquietas, el deseo de volar de inmediato hacia un lugar más sucio, un espacio donde arrastrarse tranquilamente por el suelo hasta reunirse con los suyos, una cómoda cochambre desde donde poder infectarlo todo.