domingo, 24 de marzo de 2013

La vida en Precario

Sin verlo venir, una ola de cariño, euforia y energía positiva ha venido a revolcarme por este suelo que pisamos, dejándome a la vuelta confuso y desorientado, preguntándome en qué lugar estoy.

Hace tan sólo cuatro meses yo era un autor desconocido, del que sólo se sabía que no se sabía nada. Libros del Lince confió en mí y lo que partieron como unas crónicas a modo de catársis se terminaron convirtiendo en mi primer libro. Antes, yo ya había escrito relatos para parar un tren, algunos mejores y otros peores, y unos cuantos ensayos de novela, de mala calidad, que han quedado sepultados en un cajón.

Después vino lo de la radio y, como consecuencia, he vivido la semana más increíble de mi vida. Imposible de explicar con palabras. Anónimos y muchísimos conocidos felicitándome por mi "ideal" de vida, por mis palabras, por mi literatura precaria. Y es que mi ideal no es más que llevar una vida digna, aunque parezca que no tenemos derecho a decirlo bien alto. 

Las amplitud de las ondas han hecho que mi persona trascienda incluso por encima del "yo" escritor. El escritor se enfada, claro, diciendo que cómo va a ser esto, que él estaba antes esperando a la cola, que ha pasado muchísimas horas delante de un folio en blanco y que ahora le toca a él recoger la recompensa. Y mi "Yo" persona dice que no tan pronto, que puede que el reconocimiento no sea individual, sino algo más bien colectivo, que quizás, con todo esto se esté reconociendo de alguna manera el derecho a perseguir los sueños que tenemos las personas normales.

Gane quién gane la dialéctica, afronto el futuro con la esperanza personal de que el texto ayude a concienciar sobre la cruel realidad de los precarios, y con la esperanza literaria de que sólo sea el principio de un largo camino creativo. Espero contarlo, como siempre, de la mejor manera posible.



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martes, 12 de marzo de 2013

Peligro

Nuevas señales de tráfico superpoblaron las aceras de un día para el otro. Eran de peligro, triángulos equiláteros con los bordes rojos y el fondo negro sobre un poste de metal. Por la noche, las calles durmieron como acostumbraban y al amanecer las señales ya estaban ahí, estructuradas y en pie, alertando sobre una supuesta amenaza. Lo que al principio parecía una broma, la infeliz ocurrencia de algún descerebrado con más recursos de la cuenta, luego se volvió un asunto premeditado (una banda, una secta o una colectividad anarquista) y finalmente, una cuestión de estado y un suceso inenarrable.

El ayuntamiento fue el primero en negar responsabilidades. No tenemos nada sobre lo que alertar a nadie ni se están viviendo circunstancias excepcionales como para acudir a una medida de tal magnitud con el gasto en infraestructuras que eso supone, decía el portavoz municipal. Pese a que la policía científica rastreó cada señal en busca de huellas que pudieran esclarecer su procedencia, lo cierto es que al final terminaban visitando las casas de vecinos que paseaban por la calle y no pudieron evitar el encontronazo, la tentación de tocarlas, de saltar y dar un golpe en el cuerpo del triángulo, de escupirles, o de propinarle una patada por el simple hecho de desahogarse. Todos aseguraban lo mismo, que a la hora en que aparecieron las señales, ellos dormían de manera cotidiana.

Ningún grupo terrorista, ni colectivos antisistema ni los más degradados por las políticas gubernamentales asumieron su implicación en los hechos. Desde la concejalía de urbanismo se notificó a la tarde noche la intención de retirar todas aquellas señales que no hubieran sido autorizadas por la delegación local. 

Al día siguiente, cerca de donde había surgido una señal, ahora existían varias más. Ocupaban las aceras y las carreteras, el asfalto, los caminos de tierra y todos los espacios adyacentes a la ciudad. Las calles se convirtieron en un inmenso laberinto por donde costaba transitar. La gente se tropezaba y estaba de mal humor, murmurando su infinita mala suerte. Lo peor era que aquel peligro no podía ser señalizado, pues redundaría en el conflicto, contribuyendo al desorden instaurado. El gobierno local seguía tan pendiente de proclamar su inocencia que actuaba de forma lenta. La sospecha ciudadana le abrumaba y hasta medio día, no supo trazar ningún plan de acción. 

Los medios de comunicación disertaban acerca del mensaje y se debatían con fervor sobre el supuesto significado de esa señal de peligro sobre un fondo negro. ¿Cuál era el significado de toda esa materia oscura? Los grupos ecologistas lo atribuían a un mensaje indirecto del planeta, capaz de controlar los flujos de minerales para conformar cualquier conglomerado. Los teólogos y amantes de las conspiraciones formulaban hipótesis que parecían más acordes a sus propias motivaciones que a la extraña realidad, pues hablaban desde una posible invasión alienígena, hasta un plan urdido por los gobiernos poderosos sin el concurso de la ciudadanía, pasando por una simple desviación en el fenómeno de la materia y la antimateria.

Algunos pacientes esquizofrénicos, desde sus residencias psiquiátricas, proclamaban excitados que ellos ya lo advirtieron durante el proceso en el que fueron recluidos, que ya dijeron en su día que el mundo tendría que considerar sus peligros y que llegaría el momento en el que todas las advertencias vendrían a cobrarse el abuso sufrido, que aquellas señales no eran más que la materialización de su discurso, que por fin llegó el fin y que mañana, cuando amaneciera la ciudad como una gigantesca señal de peligro, quizás comprendiera la gente el verdadero significado de aquel fondo negro a modo de telón.