jueves, 28 de abril de 2011

Nuevas tecnologías


Hoy me han comunicado que me han concedido el primer premio del V Certamen literario "Poeta García Gutierrez" en Chiclana de la Frontera. Este es el relato en cuestión.


Nuevas tecnologías

Tal vez fuera la única manera que le eximía de la dificultad de tomar decisiones, algo que enfrentaban con decidida incertidumbre todos los suicidas, lo que le impulsó a ayudarse de su GPS y su coche para tomar camino de la muerte. Tecleó su destino en la pantalla táctil y dejó a ese diminuto gestor de enlaces decidiendo cuál era el mejor camino para al fin desaparecer. Durante ese impasse pensó qué sabía ese aparato de la vida, que sabía de los rincones insatisfechos, de las calles oprimidas, de las habitaciones vacías y la angustia por avenidas y los campos abiertos de desesperanza. Se preguntaba porqué se agarraba a esa opción como quién se agarra a un clavo y porqué buscaba externos responsables de su fracaso, el coche y ese pequeño trasto imposible.

Se había vestido como un día más, pantalones tejanos, blusa azul celeste y zapatos de medio tacón, con ese look que cuidaba hasta la obsesión para dejarse ver alegre cuando en realidad no lo estaba. Entendía que, después de todo, la muerte era ya un plan de vida, algo con lo que convivía día sí y día también y algo que quería precipitar en el tiempo, tan seguro e inalterable que no merecía la pena modificar su apariencia externa sino enfrentarse tal cual acudía a sus quehaceres cotidianos.

El coche arrancó a la tercera, vomitó su aliento plomizo y se incorporó a la carretera con cierto pesar. Por fin, la pantalla mostró el camino más corto para alcanzar su destino: cincuenta minutos de trayecto o más de una hora si consideraba vías alternativas. El azar, impertinente, le obligaba a atravesar la diagonal y cruzarse casi con la casa de su expareja, al tiempo que pasaría pegada al puesto dónde hacían sus churros favoritos, cerca del puerto. La vida tenía esas encrucijadas que la muerte denegaba. Luego sería tomar una recta prolongada y hacer dos o tres maniobras antes de llegar a su destino. No tenía perdida el camino hacia el abismo.

Para distraerse, conectó la radio y se dejó absorber por historias cotidianas que se relataban lánguidamente en un programa de testimonios. Afuera, el día se tornaba gris y, aunque la calzada estaba seca, acechaba amenazante la lluvia. Discurría un programa de tantos, donde un agente de bolsa hablaba de extorsiones y mafias fantasmagóricas, un señor pretendía arreglar su disfunción eréctil entregándose a las curas milagro o una señora desgranaba sus infidelidades una a una como si le salieran solas o fueran a causa de un impulso extraño e incontrolable… entonces, un joven le privó de su falta de atención al volante con una sola frase: “Llamo porque quiero acabar con mi vida y no sé cómo”. Los picos de audiencia crecieron no porque los radioaficionados creyeran a aquel joven de voz titubeante y decidieran dejarle en antena por si pudieran ofrecerle ayuda, ni siquiera porque alguien, tal vez el director del programa o la presentadora o algún psicólogo presente en los estudios le creyesen a pie juntillas y la corazonada saliera perfecta en número de radioyentes; lo hicieron porque el morbo que despierta el tabú de la muerte o el retorcido ensañamiento que asocia el momento lúdico al mal ajeno, les decía que era justo lo que estaban esperando.

“Estoy cansado”, dijo, “solamente estoy cansado”. La gente, en casa o en sus trabajos, se echaban las manos a la cabeza, pero qué motivos eran esos, tan banales, tan faltos de intriga y novela, tan definitivamente desilusionantes. Como si la muerte tuviera que tener forzosamente un drama oculto y no pudiera convencer por motivos nobles, la presentadora inició los trámites para alejarle de las ondas en cuanto comprendió que todo estaba hueco. Alegando motivos de sensibilidad humanitaria, dio paso a publicidad.

El volante vaciló al primer anuncio. Sabía el número del programa de memoria, incorporado a su cotidianeidad sin pedir permiso. Redujo la velocidad y conectó el “manos libres”. Al segundo intento alguien contestó su llamada y enseguida le facilitaron el número de móvil de la última persona en llamar. Lo hizo como quién se quitaba un muerto de encima. Pronunció el nuevo número. Contestó el mismo joven voz de tono lúgubre que se pronunció en las ondas minutos atrás.

¿Sí?, hola, contestó. Quién eres. No me conoces, pero puedo ayudarte, voy ahora al mismo sitio que tú quieres ir, puedo recogerte en unos minutos e ir juntos, tú decides. La voz al otro lado parpadeó durante un lapso corto y finalmente aclaró: Carrer de Wellington, 66, te espero en el portal.

El desvío sería su última concesión a la vida. Por los alrededores, la ciudad presentaba un aspecto en consonancia. Farolas que teñían de un gris amarillo la realidad, grupos avanzando con la mirada fija en el suelo, prostitutas adornando las esquinas, voces inconexas; vio una ciudad triste y pagada de sí misma y no le sobrevino ni un reflejo de nostalgia, nada que le anclase a esa obscura realidad. No lo hizo tampoco la compañía de alguien afín cuando abrió la puerta del vehículo y ofreció el asiento de su derecha. El joven vestía una camiseta de Pearl Jam y venía perfumado y escuchando un reproductor de música. Nunca imaginó un rostro así acompañándole a su meta, imberbe e inocente, nada intoxicado como aquellos hombres de fétido aliento que un día frecuentó. Adivinó un precoz hartazgo dentro de tan tierna estampa. Le entraron ganas de cesarle en su empeño, de obligarle a rectificar. Se arrepintió en parte de su solidaridad suicida, y a fin de cuentas, tenía la edad y la voz para rectificar y ser considerada. Existían, seguro, nuevas oportunidades allá fuera, chico, no eres un fracasado ya entrado en años como lo soy yo, sino un crío, casi un chaval; anda y vete, sal urgente y piérdete buscando la luz del día, se dijo, pero luego permaneció callada y no dijo nada.

La carretera se rindió a la madrugada y apenas aparecieron coches. El mar se presentó a un lado majestuoso e inmenso y ambos lo miraron de reojo como a una temprana aparición de la muerte. La carretera se estrechó obligándolos a un tramo unidireccional preparando su mortaja. La cercanía del mar se hizo niebla apoderándose del escenario. Sabía que el Gps mandaba dirección al puerto y ella imaginaba una muerte de sotobosque o pastillas y no el húmedo escalofrío que recorrían ahora sus riñones. El joven la miró con una sonrisa cómplice y definitoria y se supo de nuevo reforzada en la búsqueda de un bien común. “Gire a la derecha y habrá llegado a su destino” pronunció el Gps. Pisó el acelerador fundiéndose en la bruma, gozando incluso de cierto placer estético.

martes, 26 de abril de 2011

Vida + ficción

A veces pienso que éste es el último sitio dónde puedo ser sincero. Otras, me parece que es el sitio dónde más me miento y en el que, por extensión, más le miento al lector. Al final la verdad y la mentira se diferencian en muy poca cosa. Lo que hoy es verdad mañana puede ser mentira y viceversa. Hoy puedo ser asesino y cruel, exterminar lo que verdaderamente soy, y mañana íntegro, fiel y bondadoso. Da igual, en el fondo, la vida para el que escribe es vida más ficción, la única manera de explicarse a sí mismo, ¿qué más da lo que cuente si se ve perfectamente quién está detrás de todo esto?

lunes, 25 de abril de 2011

Teorema unipersonal sobre el bingbang

El universo está en continua expansión, será por eso que en cada encuentro con Jerez me siento más lejos de lo que allí sucede. Chocamos como asteroides que tropiezan de manera ineludible y luego seguimos cada uno nuestra trayectoria, y al tiempo un simple accidente. A veces, esos encuentros responden al hecho de avanzar en órbitas circulares que en algún momento se cruzan y a veces soy un satélite de Jerez o Jerez se convierte en mi satélite. Quizás algún día Jerez se expanda tanto que no pueda abarcarlo con la anchura de mis brazos o puede que se apague mi planeta y sea yo quién acabe perdido y a la deriva igual que la basura espacial. No lo sé, Jerez es un cúmulo de sensaciones contradictorias, el desorden que logra equilibrarme y una botella de oxígeno para momentos de asfixia. Luego, cuando emigro, vuelve al terreno de la ensoñación, se convierte en un planeta digno de estudio y yo no soy más que un cientifico haciendo cábalas sobre lo desconocido en su cuaderno de notas.

domingo, 24 de abril de 2011

Domingo de resurrección

Desde lo alto del paso, el Cristo, mira a la muchedumbre y sustituye el llanto por una sonrisa irónica.

viernes, 22 de abril de 2011

Contradicciones

Me fuí de Jerez para no perder mi alma, y ahora, tengo la sensación de habérmela dejado allí.

jueves, 21 de abril de 2011

Lo no escrito.

A veces, me tomo la escritura como una batalla entre lo escrito y lo no escrito. Lo verdaderamente importante, pienso, es escribir con palabras una buena historia no escrita. No importa lo que está sobre el papel si en la mente del lector se forja una buena historia no escrita, si él completa con su imaginación todo lo “no dicho” y queda satisfecho. A veces, hay escritos excelentes cuya historia no escrita no funciona y por eso fracasan, y escritos que, pese a no alcanzar la excelencia literaria, tienen ese empaque que te hace pensar que se trata de un buen texto. Lo que implica que la imaginación juega un papel fundamental en la literatura, pero no porque el lector tenga que imaginar lo que le cuentan, sino por todo lo contrario, debe imaginar lo que no le cuentan a través de esas palabras, las elegidas, las únicas que aparecen en el relato. Y he ahí el verdadero reto.

lunes, 18 de abril de 2011

Ensayo sobre los finales.

Mañana hará un mes que S. me dejó. Desde entonces, es como si el monstruo que me despidió el último día la hubiera devorado y con ella también una parte de mí.

Siempre diré que para mí era una apuesta por un ideal de moralidad, de manera de entender todo este juego. Y también una apuesta por sus ojos y su boca, claro. Y eso, aparte de lo de dormir solo y ese calor que estaba siempre en el colchón y que yo pensaba que no se iría pero luego se fue tan rápido, es lo que más me ha dolido. Que al final, todo parezca corrupto y fácil de desmoronarse, incluso los ideales. Claro que, ¿quién me mandó apostar por ellos?

Por mi parte, he quedado reseteado, como hace dos años pero dos años más viejo, aunque probablemente haya envejecido más este mes que durante los veinte meses anteriores. Y sí, ahora ya sé que todo pasa y poco queda, que un día te despiertas y todo ese dolor no existe, que un mago que se llama tiempo hace que esa persona se vuelva pequeña e insignificante hasta decir basta, y que incluso acabas preguntándote en qué estarías pensando entonces y te avergüenzas de ti mismo, sé que vendrá otra persona aún sin quererlo y que sus ojos te parecerán más hermosos que todos los vistos hasta entonces, y que ya ni siquiera querrás compararlos, sino simplemente disfrutarlos, y entonces, si un día te miran de manera especial, vuelves a sentirte dichoso como si el mundo entero se hubiera conjurado a tu favor. Y a mí, todo ese camino que en el fondo es la vida, me da ahora pereza y mucha, muchísima, infinita pena.

domingo, 17 de abril de 2011

Telón de fondo

Entre premio y premio que recogía en estricta soledad, al actor, el papel de su vida se le estaba yendo de las manos.

jueves, 14 de abril de 2011

Consecuencias de estudiar el espacio.

Ha sido suspirar y han pasado más de cuatro años desde que mi vida está relacionada con Valencia. Es curioso, porque pudiera haber sido cualquier otra ciudad y es ésta, un lugar que odio tanto que termina provocándome cariño. Aquí vine como un chaval ingenuo y ahora me siento un viejo frustrado. En este lapso, he conocido personas que merecen la pena y también mucho indeseable. He trabajado más de lo que quería trabajar sin tener la sensación de hacerlo. He vivido en muchas casas y dormido en diferentes camas y casi siempre las he orientado hacia la ventana, como si así tuviera siempre un rayo de esperanza. Vine de la mano de un amor y lucho por olvidar a otro. Vine soñando en prosa y acabaré despidiéndome en verso. Valencia es la cara y la cruz de mis vivencias, mis pocos éxitos y algunas de mis vergüenzas se entierran aquí bajo llave, y aquí se quedarán por siempre. Valencia es pasado porque me recuerda al Saler, a los campamentos y esos viajes en los que contaba cada euro, es presente porque despierto aquí cada mañana como en una dulce condena y no sé si será el futuro, pero sospecho que si me fuera sería esta ciudad mi Comala, repleta de fantasmas en medio del desierto mediterráneo. Si volviera, ya no habría nadie y al mismo tiempo estarían todos, como muertos muy vivos, como vivos muy muertos. Y al final, yo terminaría siendo tan solo un fantasma más.

miércoles, 13 de abril de 2011

La Fiesta.

Fran y Laura nos han invitado a su fiesta, como cada año sobre estas fechas. Al llegar, su jardín lucía algunos arreglos florales y estaba limpio para la ocasión. Después de dejar nuestras chaquetas y enseres personales en la salita de la entrada, durante un momento de intimidad, Maribel me ha comentado que los notaba nerviosos, con esa risilla inconfundible que a veces exhibe Laura y luego secunda Fran, y que cuando eso sucede así, es que algo quieren decirnos. Educadamente, hemos hecho tiempo hablando de trivialidades hasta que han llegado Eloy y Marian primero y luego Pedro y Jose. Poco a poco, nos han ido llevando hasta la mesa del salón y nos hemos sentado alrededor. Luego, Fran ha repartido unas copas, nos ha sacado dos botellas de un buen champán francés y antes de descorcharlas, ha mirado a Laura, que no ha dudado en asentir, y nos ha dicho: “Tenemos algo que deciros... ¡Nos separamos!”, para un poco más tarde aclarar, “¿Qué? ¿No es lo que todos estábamos esperando?”.

martes, 12 de abril de 2011

Las "Toda una vida".


Después de años de investigación, esta tarde se presentó en sociedad la nueva máquina de fotografías “Toda una vida”, en la Feria del Comercio que se está desarrollando este fin de semana en Madrid. La máquina en cuestión tendrá un precio algo menor del que especulaban los expertos que iba a alcanzar en el mercado (1200 euros), y con ella, el usuario podrá fotografiarse el rostro y automáticamente se creará en el dispositivo de memoria un álbum digital con los momentos más importantes de su vida. Bastará simplemente con hacerse una fotografía que capte nítidamente el rostro y, sobre todo, los ojos y las retinas de la persona interesada, para que las “Toda una vida” capten esos momentos trascendentes. Según su creador J. L. Penacho, “será como adelantarnos a nuestra propia muerte, que era la única manera hasta ahora en que podíamos ver en fotogramas nuestros momentos más significativos, eso, o vivir hasta los noventa años y tener muy buena memoria” afirmó sonriendo. Las “Toda una vida” saldrán al mercado el próximo invierno, aunque en ferias internacionales ya se están probando con excelente acogida por parte del público. Penacho insiste en que, poco a poco, podrán ampliar los resultados de esos momentos trascedentes hasta dividirlos por quincenas o décadas e incluso rescatar episodios olvidados y que en su día fueron importantes, pero eso será ya a “muy largo plazo. Vamos a ver cómo responde la gente, que lo mismo alguno se sorprende al ver no más de siete u ocho fotos en la memoria”.

lunes, 11 de abril de 2011

La Ausencia

Aquella mañana, una mujer amaneció durmiendo a su vera abrazándole fríamente, en su recién estrenada cama de matrimonio. Le pareció extraño haberla inaugurado así, con esa persona que parecía con la confianza suficiente para dormir a pierna suelta. Su aroma, sin embargo, le resultaba extrañamente familiar. Durante el desayuno, casi excusándose, le preguntó quién era:

- Soy la Ausencia.-dijo mientras comía su taza de cereales.- Y quita esa cara hombre, que nos conocemos desde hace ya muchos años.

Sí, pero de qué años, se preguntaba. Lo cierto es que no quería tenerla ahí y no era el mejor momento para atender a nadie, precisamente ahora con tanto trabajo, pero como no le veía intenciones de marcharse, le acomodó un hueco en el piso y se fue a trabajar pensando en ella y su repentina aparición, tan enigmática, tan plagada de interrogantes. A la vuelta del trabajo, la encontró instalada, como si ya hubiera vivido allí y solo fuera cuestión de reforzar automatismos. Había redecorado discretamente las paredes, vaciado parte del armario y dejado sus pertenencias semi abandonadas por cada habitación.

Pasaron días de ardores y muchas noches de hielo, y fue la Ausencia apoderándose de cada costumbre embriagada por un tremendo afán de protagonismo. Pese a su discreción, aparecía en todos los sitios y a todas las horas con su melena morena y su eterna sonrisa de fotografía; invadía las comidas y nunca le dejaba ver cómodo el telediario pues siempre tenía una conversación pendiente, aparecía en mitad de las duchas que tomaba para dejarle arrecido y sin toalla, le recibía nada más abrir la puerta de casa con un eterno runrún o hacía de las suyas mientras atendía una llamada telefónica. Su universalidad contagiaba incluso sus otros quehaceres, pues pensaba en ella durante las horas de oficina, en qué estaría haciendo mientras trabajaba, en la manera en que iba a afectarle hoy a su incómoda rutina.

Como pasaba en casa más tiempo del imaginado, fue sin remedio acostumbrándose a ella, a su dictatorial manera de ser, a su conversación y a sus silencios, a su presencia silenciosa y a veces inadvertible. “En el fondo podía llegar a cogerle cariño a esta Ausencia”, pensó para sí mismo, pero para entonces la Ausencia urdía ya su plan de fuga, agradecida, sin reproches, sin ningún miedo a dejarlo solo.