sábado, 27 de julio de 2013

La gran ficción de Bárcenas

La transcripción de la declaración de Bárcenas contiene conversaciones que ridiculizarían el 95% de las películas de mafiosos.

Imágenes realmente impactantes, que dejan la ficción en un burdo remedo de la realidad: Rajoy y Cospedal recibiendo 25 mil euros en billetes de 500. Cospedal trabajando en un despacho contiguo a Bárcenas, codo a codo, como grandes amigos. Las entregas en persona a puerta cerrada de los sobres, el dinero desviado a Libertad Digital para financiar su propios medios, el presidente o secretario general del partido "captando" nuevos donantes en reuniones, convenciones o actos públicos, el dinero pagado a las familias víctimas del terrorismo con el "presupuesto" de la contabilidad B, los desvíos hacia las candidaturas populares en diversos puntos de España, los donativos ingentes y fuera de lugar de las constructoras que, oh, sorpresa, luego conseguían las licitaciones públicas, la estudiada ausencias de firmas en las entregas en negro y ese J.M. que nadie quiere desvelar de quién se trata (ni siquiera el propio Bárcenas).

Si todo es mentira, como dice el PP y sus periódicos afines, Bárcenas tendría en sus manos un talento grandioso, superaría a David Simons, Chase y Coppola como creadores y se establecería en el Olimpo con la mejor obra de ficción en torno a la mafia organizada. Ésta, la trama española que gira en torno al PP, la más cutre y realista que jamás se ha realizado, con la única pega de que los personajes no tienen ningún tipo de carisma, son planos como ellos solos. Gente mala que ansía dinero y poder, y que, por otro lado, se ejemplifican como dueños de la moral y las buenas costumbres. La clásica dualidad de quiénes son malos por naturaleza. Pero no habría en ellos drama interno, ni evolución psicológica ni la búsqueda de un Ítaca personal ni nada con lo que pudieran competir con Tony Soprano o Don Corleone. 

No hay más ciego que el que no quiere ver en el caso Bárcenas, solo que en un país donde la militancia de derechas parecen muertos vivientes persiguiendo un trozo de carne, la justicia está politizada al punto de que el juez y su puesto de empleo dependen de las decisiones del partido corrupto y la oposición mira hacia otro lado al tiempo que desprende un tufo parecido al que emiten sus (no tan) rivales políticos, no pasará absolutamente nada. Por eso el ciudadano se siente indefenso, apaleado, desesperado de pedir justicia y obtener catástrofes, y por eso termina autoexcluyéndose, como un loco infeliz que, en una esquina del manicomio, fantasea con otra idea del mundo.  

martes, 16 de julio de 2013

Homenaje a Bolaño en Obituario Magazine

Hace diez años que murió Bolaño, uno de mis escritores favoritos. Me gustaría, de verdad, ser más original y decir que no era para tanto. Pero creo que era un genio. Abro cualquier de sus libros, dos párrafos, y ya estoy rendido a su prosa y poética.

En Obituario Magazine han organizado un número especial para homenajearlo y participo con un relato (Maldito Ulises) acompañado de un gran Collage, obra de Jose Luís Valderde.






 Maldito Ulises

a los otros Bolaños.


-          ¿Sabes qué pasará Arturo? Pasará que la gente es ciega pero el tiempo no, el tiempo es un chivato que hará que todo caiga por su propio peso, el peso de tus palabras claro, de la magia de tu estilo, del arte con el que combinas las frases, del aura que invade mi espacio íntimo cuando te leo. Pasará todo esto y cuando suceda,  empezarán a leerte como si no hubiera un mañana, como quiénes han desperdiciado lo que llevan de vida, y se pondrán desesperados a olisquear tu rastro a través de las novelas, valiéndose de las pistas que dejaron tus ensoñaciones, rebuscando en cada piso que habitaste, en cada sofá que invadiste, en cada uno de tus pasos erróneos, en el cubículo de este camping de mala muerte donde hablamos ahora. Harán ciertas tus mentiras e irremediables tus verdades, sí. Sucederá que vendrán en legión a buscar tus letras cuando hayas desaparecido y yo diré que me las bebí, que por eso se han suturado mis úlceras y que ya no queda nada, que descifren si quieren tus dilemas, que se coman si les place el lomo de tus escritos, que reciten los poemas de tu lista de la compra, que hagan de tus borradores leyendas de andar por casa, que persigan las confesiones de tus amantes, que te recuerden una vez y otra hasta el empacho, que inventen recopilaciones que tú nunca hubieras querido y editen libros que tú hubieras quemado y rastreen tus cajones como perros llenos de rabia, de una rabia de la que carcome lo más recóndito de la memoria, de una rabia estúpida y desconsiderada, de una rabia que no es mayor que la que yo siento. Que homenajeen si les place a la sombra de lo que fuiste, que frente a tu tumba se llamen amigos los conocidos y conocidos los que nunca tuvieron el placer, que hagan lo que les venga en gana en nombre de la literatura. Hoy, aquí solos, amigo, mi privilegio es tu desgracia y por eso aguanto tu empeño, tu lamento confiado, tu silenciosa amistad, ese pulso que le mantienes a la eternidad.   


lunes, 8 de julio de 2013

El villano

Hoy termina la relación que tuve con mi hermano pequeño. A partir del momento en que se duerma, empieza otra, la que tendré con mi hermano, a secas.  De pequeño, solo le quedará el cuerpo. Se levantará desfogado y perezoso, como siempre que la noche anterior ha sufrido algún altercado emocional. Irá al baño y a la hora de lavarse la cara, de puntillas sobre el taburete, alzando la vista para mirarse sus propios ojos (los niños no pueden evitar considerarse los ombligos del mundo), rememorará a ralentí el día de ayer, algunos flashes aleatorios, luego un momento exacto de la noche y finalmente todo configurará el mismo recuerdo: el día en que traicioné su confianza.

Mi hermano y yo siempre nos hemos llevado exquisitamente bien. Mis padres, se esforzaron en que la diferencia de edad no fuera un impedimento sino una virtud en nuestra relación. A mí me hacía gracia esa aventura pedagógica que solía llenarlos de orgullo, así que me dejé llevar y terminé adquiriendo, sin quererlo, responsabilidades que no me competen. Ahora, amargo destino, no sé qué va a ser de mí. 

Hace unas horas me preguntó si era verdad que hoy conoceríamos a Superman. Todo es culpa del anuncio de una película que no deja de salir en televisión. Mi hermano no sabe quién es Obama, ni James Stewart, ni Elvis, ni Gandhi, ni Ernesto Che Guevara, ni Cortázar, ni Bono, ni Jordan, ni Steven Spielberg, se extrañaría un poco si alguien le preguntara por Messi, ni siquiera conoce al alcalde del pueblo ni sabría decirme quién es el delegado de su clase ni, probablemente, recuerde la dirección exacta en la que vivimos. No, no sabe nada de eso, pero sabe exactamente quién es Superman. “Clark Kent”, dice, y fija la mirada en el horizonte como si fuera a salir volando. Sabe sus filias, sus fobias, quién es su novia, el nombre de la piedra que le quita la fuerza, cómo se llama el periódico en el que escribe, el color de su fortaleza, en fin, todo lo enanamente posible. 

Esa tradición que entre la televisión, el cine, los dibujitos de la Fox, el estuche del colegio, los muñequitos de juguetes, la película esta del infierno y mis padres, joder, mis propios padres, han ido alimentando de buena gana, esa amalgama de valores, esa heroicidad que aporta el personaje al relato y que mi hermano aplica hasta en sus menesteres más ínfimos, en el simple hecho de dejar un bolígrafo en el cole, haciendo un juego de rol para una obra de teatro o imaginándose siendo otro que no es él, se la voy a arrebatar de un plumazo.
Él se limitó a llegar, me miró a la cara y preguntó: ¿Verdad que hoy vamos a conocer a Superman? Y la verdad, no sé qué le han dicho hoy en el colegio o qué clase de conversación ha tenido con mis padres esta tarde, no lo sé, lo desconozco, el caso es que se han ido de viaje y me han dejado de canguro, y al niño, claro, emocionado como una olla a presión. Que si va a conocer a Superman, dijo. Y claro, le he dicho que sí. Está preparando su habitación para la “venida”, con una fe que mueve montañas.

Y ahora, que  le quedan horas al día, que no tengo amigos a los que recurrir en este infinito agosto, sin una triste película en la memoria del ordenador que echarle a la boca al chaval, sin un cómic ni una frase grabada, ni un mísero disfraz ni cualquier herramienta que pueda mantenerle viva la esperanza por unos días, solo el tiempo exacto hasta que mis padres vuelvan y carguen con el monstruo ilusionado que ellos mismos han creado, mi hermano pequeño me va a odiar. No sólo Superman dejará de ser su héroe, también yo dejaré de serlo, ese hermano cómplice, cercano e implicado en sus fantasías, ese mano que le apoya, ahora no será tal. Seré el traidor que un día descubrió que los héroes, por mucho ruido que haga la caja tonta, por mucho que se pinte, que se escriba, que se vista la gente de ellos o por mucho que lo llegues a soñar hasta el punto de que creas estar tocándolo con la punta de tus dedos, no existen. No existe Superman, ¿verdad? Me preguntará antes de dormir, y claro, tendré que responderle la verdad porque mentirle de nuevo sería definitivo, y entonces, solo a partir de ese momento, su mirada ingenua mutará y me traspasará como rayo de luz y ya no seré su hermano sino un reflejo antropomorfo de la decepción, un traidor, un embaucador de sueños, el inclemente que dilapidó sus ilusiones, el mal personificado, el Lex Luthor de lo que hasta ahora había sido su vida.