domingo, 26 de junio de 2011

Fix you

Hay días en los que llego a casa después de haber arreglado el mundo en los bares. La sociedad, la amistad, la familia, las parejas, todo cae en mis manos y sale en mejores condiciones que como lo encontré. Pero la cuestión no es esa, arreglar esto o aquello con simple palabrería, la cuestión es si voy a saber arreglarme a mí mismo, ordenarme, ilusionarme, creerme. Y eso ya no es tarea tan sencilla.

miércoles, 22 de junio de 2011

H2uman0

De repente, la gente se evaporaba. No ya sus ideas, que siempre habían sido siempre lo suficientemente vaporosas, tampoco sus intenciones, ni sus aspiraciones o sus ensoñaciones, se trataba de su “yo” físico, los cuerpos que, sin previo aviso, pasaron progresivamente a estado gaseoso por sublimación.

Fue difícil adaptarse al nuevo estado de la materia. Nadie tuvo esa estación de paso que sería vivir en estado líquido. La multitud, casi abrasada por las temperaturas, por el ardor que bullía en su interior o por una mezcla de ambas cosas, se fue volviendo gas de manera inexorable en apenas un mes de tiempo y el tiempo pasó a ser vivido de otra manera, fugaz al ritmo acelerado de las partículas. Daba igual que la gente, ilusa, buscara refugio en el frigorífico, que hicieran colas en los congeladores de las carnicerías o que pusieran al máximo el aire acondicionado, al final terminaron sucumbiendo y todos hechos vapor, como si fuera un paso obligado de la evolución o involución de la especie.

Al principio, todos se dejaban parte de sí en el camino. Resultaba tremendamente agotador dominar el mecanismo para evitar la dispersión y aunar la entereza para ser siempre una sola parte, o al menos, varias partes de un conjunto que miraba en la misma dirección. Uno se dispersaba y podía encontrar algo de sí en cualquier lugar, un poco de cerebro, una extremidad, el estómago, los intestinos, su yo alegre, su yo triste, su yo tibio… Era en determinadas contraposiciones, si dos partes antagónicas de uno mismo se encontraban, cuando resultaba difícil el acople, el considerarse como unidad.

Con el cambio de estado, surgieron divisiones que trascendían el plano físico, personalidades múltiples, individuos que no lo tenían muy claro. Preferían expandirse para luego comprimirse, explorar sus “yoes” hasta el más allá, verse en todas las aristas para luego reconocerse. Pero corrían el riesgo de no volverse a encontrar.

La comunicación fue el primer aspecto a concretar por parte de las comunidades gaseosas. No valía de nada el salvajismo en este estado. ¿Pero cómo concretar un sistema que evitase el cansado mecanismo de formarse y deformarse como letras en el aire? Los más sesudos buscaron alternativas, pero costaría aún algún tiempo difundirlo, y mucho más perfeccionarlo. Los vientos, las tormentas, los huracanes, la lluvia… factores que ya de por sí afectaban a la población, multiplicaron su incidencia sobre el ser humano. Lo atmosférico llegó a ser una obsesión para cada ente gaseoso, algo que condicionaba la vida, no solo en los lugares donde siempre lo había hecho, sino también en cualquier territorio habido y por haber. Un simple soplido disolvía reuniones de gente, separaba a los enamorados (que sabían al instante si eran o no complementarios) o terminaba acercando a enemigos acérrimos. El mundo ganó entropía y hay quién vio en este nuevo orden algo de justicia poética, pero lo cierto es que había poca poesía más allá del caos.

Algunos animales invadieron zonas hasta entonces prohibidas, pues en estado gaseoso resultaba complicado negarle el acceso. Fue un asunto que se solucionó con prontitud, ascendiendo unos metros el hábitat con tal de separarse de aquello, viviendo por encima del suelo y abandonando la planta donde se habían ejercido las actividades durante lustros, dejando un recuerdo erosionado y lleno de podredumbre. Decían los especialistas que así todo iría mejor allí abajo, que era el momento de desligarse de lo animal, de ese primitivo y salvaje orden de las cosas. Lo físico comenzó a despreciarse y a devaluarse en la memoria, considerado pronto como un estado evolutivo propio del pasado, siguiendo la cadena de aquellos hombres que se reían de su antepasado homínido.

El estado gaseoso esquivó algunos dilemas para los que el hombre aún no había encontrado solución. La superpoblación, por ejemplo, dejó de serlo, pues pese a que de la mezcla de gases surgieran otros nuevos y a eso se le llamara ahora reproducción, lo cierto es que había mucho más espacio para todos. Quiénes sentían nostalgia, se fabricaron cuerpos hinchables para los ellos mismos servían de relleno, igual que antes se inflaban los globos, pero fue tomado como la vana esperanza de seres obsoletos, empeñados en negarse su nueva realidad. La otra desviación, los que se confinaban aún en recipientes, fueron considerados unos antiguos, arcaicos venidos a menos, viejos del lugar.

Sin embargo, esquivar problemas arrastraba llevaba a la desembocadura de otros nuevos. El hombre entendió que debía conquistar el nuevo orden lo antes posible, los ricos por permanecer en su status, los pobres por ser los nuevos ricos, los de en medio, mezclando temor y esperanza, buscaban una señal que les guiara hacia una buena nueva. ¿Pero y si no había riqueza? ¿Cómo iba a ordenarse el hombre ahora que no había sexos, ni razas ni diferencias más allá del volumen? ¿Por dispersión, por peso molecular? ¿Por volumen? ¿Por afinidades? ¿Cómo iba a reestructurar sus clases, sus pirámides y, en definitiva, su ordenamiento interno? La realidad emanaba un camino difuso, una escalera de aire que llevaba a ninguna parte. El hombre, tan agitado como estaba, corría el riesgo de dispersarse hasta el infinito y no poder recuperarse, hasta acabar desapareciendo.

viernes, 17 de junio de 2011

Ministerio de Hacienda

Estimado señor López,

Soy Eva Marcos, funcionaria del ministerio de Hacienda, quería comunicarle que, aparte de tener su declaración resuelta (en breve le devolverán una pírrica cantidad de dinero), estoy enamorada de usted. No se asombre, lo conozco mejor de lo que cree. Tiene razón, tal vez no en persona, tal vez no hayamos cenado juntos ni me haya cogido la mano ni me haya dejado tocarle el pelo como hacen los que están camino de alguna parte, pero sus cuentas revelan mucho de su persona y creo que digo lo correcto cuando aseguro que lo conozco bien. Paga cuando debe, con lo cual deduzco que es usted honrado y transparente, una persona responsable y formal. Aún así, apura al máximo los plazos, y eso le dota de un carácter aventurero, es soñador e inconformista, porque cree que existen otros sistemas para llegar al mismo lugar y alguna vez nos ha llegado una carta de reclamo (con la cual también puedo decir que usted es educado y sabe escribir correctamente), pero no es un loco ni un anarquista ni ninguno de esos que revolucionan no solo su vida, sino la de los que le rodean. Sé que tiene sus defectos como todo el mundo, que es desordenado casi siempre y lo deja todo para el final, pero quién sea perfecto que levante la mano.

Por lo que cuenta su patrimonio, vive consecuentemente con lo que tiene y no comete excesos, salvo algún capricho controlado que paga siempre a cómodos plazos, no tiene vehículo, con lo cual supongo que no sabe conducir y eso lo hace tiernamente vulnerable, no tiene más de lo que aparenta (me he imaginado muchas veces lo que hay detrás de su foto carnet, de ese pelo alborotado, la barba de dos días y la media sonrisa, y estoy convencida de que no hay nada malo detrás) y tampoco aparenta menos de lo que tiene. Me seduce eso de que viva en un ático, sólo, y que reciba su nómina puntual por parte de la editorial mes a mes, eso da equilibrio y seguridad, pero a la vez tal y como están las editoriales es también un riesgo. No sabe lo que echo de menos la incertidumbre. Es por eso, y por mucho más, que le escribo. Me imagino escuchando música en su ático, Nina Simone o algo similar, mientras usted escribe una novela o poemas o cuentos, o quizás solo corrija manuscritos, quién sabe, pero me veo tumbada en la cama, semidesnuda, con mi mejor lencería, después de una dura jornada de trabajo, me imagino conversando de esto y de aquello, de esas cosas tan mundanas que se vuelven esenciales, y me lo imagino a usted también, esperándome pacientemente y hasta recibiendo esta carta. Primero optará por la prudencia, como cuando recibe más dinero del que espera y de pronto no hace nada, y después, ilusionado, se dejará llevar e invertirá en algunos besos, los míos, y al fin nervioso y decidido se entregará a mis brazos. Luego se tomará un tiempo y volverá a llamar. Y así hasta que vivamos juntos.

No es la devolución del año, pero es algo más que una compensación. Piense en esto, espero su respuesta. Con mucho afecto. Eva.

Táctica y estrategia

Como la felicidad va por barrios, decidió mudarse, a ver si tenía mejor suerte.

jueves, 16 de junio de 2011

Actuar global

Él quería saber más de ella. Ella quería saber más de él. Pero ninguno quería saber nada de los dos.

miércoles, 15 de junio de 2011

Familias

La familia, ese concepto abstracto. Supongo que la familia es eso que hemos montado en esta sociedad y que debe tener relación con lo físico, con la sangre. Es eso que llaman las raices, una atadura histórica e imperceptible, pero siempre vinculante. Si no es así, la familia parece menos familia. Y para mí no tiene nada que ver con todo eso.

Mi familia es la gente que voy aceptando sin barreras y esos a los que me entrego sin rubor, a la medida en la que vivo. Hoy hablando con Pili, o estas semanas, viviendo casi con Caro y Diego, pensaba que ellos tienen más de familia que la casi totalidad de mi familia. Por eso me alegro de sus éxitos como si fueran los míos, y lloro sus fracasos como un espectador de primera.
Incluso si lo suyo fuera temporal, serían mi familia temporera, ¿y qué?. Por ejemplo, no creo que mi hermana conozca de mí la milésima parte de lo que conocen Caro y Pili, y sin embargo, ¿debo entender que mi hermana es más familia? No es así, llamadme monstruo.
Luego está mi hermano para rebatirlo todo, haciendo contrapeso. Podríamos estar diez años separados y un hilo invisible me revelaría cada vez que está en peligro, eufórico, contento, triste, estable. Cosas de compartir gestación.
En fin, las dos opciones las entiendo como familia. Son hilos inexplicables, uniones que traspasan a las personas, los recuerdos, las vivencias, eso quiero creer que forman las familia. Todo lo demás son nombres.

sábado, 11 de junio de 2011

Matices

La gente despertó un día con el mismo físico, exactamente igual para unos que para otros. Ordenados por sexos y edades, los hombres habían despertado morenos y de ojos marrones tirando a verdes, medianamente fuertes, medianamente altos y medianamente ágiles. Las mujeres, por su parte, tenían el pelo castaño y ondulado, los ojos azules, anchas caderas y un cuerpo hermoso pero no perfecto. Si eran niños, estos eran rubios e iban perdiendo intensidad en el cabello a medida que acariciaban la adultez. Si superaban los cuarenta, sin embargo, a los hombres se le acrecentaban las entradas y a ellas aparecían teñidas de canas, pero a ambos le asomaban los michelines y las ojeras, todo orquestado en un impactante unísono.

Al principio, la mayoría creyó que lo de su nueva carcasa se trataba de uno de esos sueños que suelen repetirse de vez en cuando, mañanero y de última hora, como aquel en que vuelas o ese en el que se te caen los dientes o en el que apareces desnudo en una piscina llena de gente conocida, creían que todo eso era la consecuencia lógica de haberse sentido inquietos durante las horas del sueño. Pero luego, cuando se corroboraba que esos cuerpos no tenían nada de onírico, que los pellizcos y los ojos que se salían de las órbitas era tan reales como la persona a la que estaban mirando, ese semblante a la vez familiar y extraño, cuando hubo conciencia de que eran cuerpos, más o menos envejecidos, pero también de estreno, la gente comenzó a actuar de una u otra manera según cada cual, como ovejas descarriadas. Había de todo, insatisfacción general debido al poder de la costumbre; pues cada uno estaba habituado a su cuerpo de toda la vida, sabía manejarlo, sabía esconderlo, sacarle partido y potenciarlo. Pero también los había satisfechos, aquellos que se sentían encerrados en un cuerpo que no era el suyo y ahora, de repente, había renacido y gozaban de una segunda oportunidad. El concepto raza iba entonces camino del desuso.

En cualquier caso, de poco valía protestar y lo más difícil no era el drama menor de enfrentarse al cambio físico, cuestión de resetear la máquina y sobrevivir como hasta entonces, lo difícil era comprobar que el resto de semejantes eran más semejantes que nunca. Todos los hombres iguales, todas las mujeres iguales, encerrados en una cárcel de huesos y de carne. Tardaron en poblarse las calles por pudor, la gente salía prudente, a cuentagotas, temerosa de perderse entre copias de sí mismos. Producía una enorme sensación de vértigo ver tantos rostros repetidos, como si todos estuvieran confabulados. “El Mal del Igual”, titularon los periódicos, y científicos, teólogos y filósofos trataron el tema desde el mismo cuerpo, tecleando de igual manera los ordenadores, imprimiendo de igual manera sus reflexiones, llevándose, mientras, la taza de café a los mismos labios.

Pronto, hombres y mujeres se esforzaron por establecer diferencias, como manera de refrendar su personalidad. Primero fue la ropa, luego agudizando el ingenio mediante peinados y complementos y finalmente con tatuajes de todo tipo, algunos expuestos simple y llanamente, otros codificados para el ámbito de lo privado. De manera oficial, el gobierno pidió a través de una comparecencia pública que cada persona colgara, provisionalmente, su DNI en la solapa con una foto antigua, que vistieran de manera original y exclusiva para no dar lugar a equívocos, que establecieran códigos para evitar timos, engaños, saqueos, robos y confusiones, no fuera a ser que uno acabase tomando una copa, conversando o acostándose con quién no quería. Costaba ver al presidente con la misma cara de todo el mundo. Hubo quién lo consideraba un ajuste de cuentas del destino o a quién le aportaba más confianza que antaño, pero lo cierto es que todos supieron que ni siquiera eso le acercaría a la población.

Surgieron grupos y tendencias de pensamiento, grupos pro-cirugía, que reivindicaban las operaciones como un derecho a restituir el “yo” y protestaban por lo que, creían, debía ser facilitado por el estado, individuos que salían de casa con máscaras, caricaturas o moldes de lo que fueron sustituyendo su repetido rostro. Políticamente, algunos oportunistas vieron la ocasión de impulsar un sistema comunista puro, traspasando la igualdad física a otros niveles, e incluso había quiénes permanecían impasibles, como si nada de esto fuera con ellos, ancianos que, condenados a envejecer, les daba igual hacerlo en un cuerpo que en otro.

En el plano físico todo se volvió monótonamente parecido. Por eso los románticos buscaban desesperados el calor de una sonrisa o el brillo de unos ojos que se desmarcaran del resto. A veces veían visiones, oasis en el desierto. En una sociedad con prisas, ese estatismo sabía a veneno puro. El amor divergió más que nunca del sexo y ya solo se rozaban como amantes de ocasión. La pasión deportiva, cuyos resultados estaban más parejos que nunca, dejó de ser el opio del pueblo, y los concursos de belleza se convirtieron en tratados sobre estilismo. Las redes sociales, los chats, las conversaciones telefónicas, supusieron el desahogo perfecto para una colectividad que buscaba un salvoconducto y extrañaba sus divergencias y particularidades en el plano físico. Construirse un perfil en lo virtual era saberse especial. Lo espiritual se puso inevitablemente de moda. Lo social fue sustituido por lo virtual sin apenas miramiento. La gente, en su hartazgo, evitaba mirarse. La publicidad repetía una y otra vez el valor de lo inmaterial como si nunca se hubiera entregado a lo carnal. Ahora que todo dependía del psique, los que hasta ahora basaron su atractivo en el físico cayeron en una depresión sin red que los sostuviera, y los que siempre se supieron superiores en lo psicológico, cayeron en la trampa de la vanidad, y ya no eran tan superiores como creían.

Por eliminación, la sociedad entendió tan importante el poder de la mente que acabó dándole impunidad, acordándose para mal del valor de la palabra, única arma con la cual diferenciarse. Hubo un repunte de discursos, monólogos tendenciosos y morales postizas cara a la galería. Lo hablado tenía tanta brillantez como impostura y ya nadie tragaba nada, aunque la nueva dictadura de las palabras volviera al mundo hipócrita hasta para mentirse. Tanto que, cuando se miraban al espejo, después de un día y de otro con la misma nueva cara, ya no había en el mundo quién supiera reconocerse.

viernes, 3 de junio de 2011

Plato frío

Mientras escuchaba a la gente reírse, jaleosa y en plena embullición desde su habitación de un séptimo piso, el escritor planeaba su venganza en forma de novela.

jueves, 2 de junio de 2011

Bucles

A la noche, todos los relatos me conducen a sus labios.

Negación del no

Ayer embrutecida soñó mi mano

Habrá que trastabillarla,
que fundirla, que arreglarla,
habrá que escoger un cum laude del cartón de acedías,
desaceitarla,
habrá que escribirla en el pecho un credo rotundo,
habrá que estigmatizarla, que dejarla querer como una loca,
que refugiarla y reinventarla inventora de cuentos.
Habrá que amplificarla, que llorarla, que dignarla,
que ahogarla en los silencios de la urna,
que arrollidarla, KO de un verso en las costillas,
que articularle las muñecas de madera
para huir de la imposición del no,
habrá que volverla a la adolescencia
y sonarle los mocos al abuelo,
sentirla cómplice de la desdicha
de vivir en un faro pluscuamperfecto.

miércoles, 1 de junio de 2011

La pre-escritura

¿Me espera la literatura? ¿Por qué me siento en deuda con ella? ¿Está en alguna parte esperando algo de mí? ¿Existe un universo al que tengo que llegar algún día? ¿Existe ya, y soy yo el que permanece inédito? ¿Escribo pues sobre lo que ya está escrito?¿Estoy perdiendo cada día de mi existencia en el que no escribo y sigo lejos de dónde puedo llegar? ¿Están escritas ya estas líneas?