martes, 22 de agosto de 2023

La máquina del tiempo

Unai quiso jugar de nuevo a la máquina del tiempo, pero yo ya estaba cansado de conducir mientras él me contaba lo que veía por la ventana. Superheroínas, pájaros o dinosaurios la gran mayoría de las veces. Esta vez sería al revés. Le di cuatro indicaciones para que no descarrilara y, con sus intrépidos cuatro años, usó el servilletero como volante mientras desde nuestros asientos del bar le comentaba las permutaciones del espacio tiempo.

Plácidamente, condujo hacia el pasado a la vez que yo aseguraba que podía ver a sus abuelos cuando aún no eran abuelos paseando por la calle, con esa reconfortante seguridad con la que entonces afrontaban todo. Luego pisó el acelerador haciendo "brrrrrrrummmm" y moviendo el tenedor como cambio de marcha, y de repente sentí la brisa de otros tiempos. Estábamos en mi colegio, hace muchos años, dije, y veía a mis hermanos correr por sus aulas devorando su infancia. Quise advertirles que se lo tomaran con más calma y, justo cuando iba a hacerlo, Unai pegó un volantazo hacia el futuro. 

Lo siguiente que avisté fue un joven de pelo castaño, travieso y creativo, en el parque con sus amigos adolescentes. ¡Eres tú, de mayor! ¡Fumando!, exclamé, pero a Unai no le hizo ninguna gracia esa faceta suya y pegó un acelerón tan brusco que me expulsó del asiento del copiloto y nos llevó aún más lejos de lo previsto. Desde el suelo, comprobé mis manos arrugadas y cómo un joven trataba de ayudar a incorporarme. Tito, va, que siempre te caes en lo más llano. Mientras me acomodaba en la silla de ruedas, ajado y vencido, la vi al lejos, ya viejita, agarrada al brazo de otro mientras yo lamentaba, de nuevo, la oportunidad perdida.




domingo, 6 de agosto de 2023

Coast to coast. Fernando Mahía

Aunque siempre ha sido uno de mis grandes sueños, nunca he viajado a EEUU. Siempre lo dejo para el siguiente viaje. Primero porque auto sabotearía mis ya maltrechas arcas, segundo porque quiero hacerlo por derecho, es decir, hacer la ruta 61 y visitar también New York. Del gran gigante norteamericano me fascina la historia negra, su resistencia y su música, me alucina su fe en el cuento chino del sueño americano, y me horripila su egocentrismo, las armas y el racismo estructural. Tenía ese viejo anhelo mustio, cogiendo polvo, hasta que ha llegado Coast to coast, el excepcional libro de viajes de Fernando Mahía, un periodista gallego de apenas treinta y tres años que ha escrito una crónica alucinante recorriendo EEUU de costa a costa, a través de historias de grandes fracasos (y algunos éxitos) del baloncesto estadounidense. Una manera como otra de analizar el país que un día vendió al mundo su sueño de libertad.

Mahía recorre a bordo de una Dodge Grand Caravan (como diría el tópico, un personaje más) los Estados Unidos desde las canchitas callejeras de New York hasta la gentrificada bahía de San Francisco, olfateando el rastro de las historias que vale la pena contar. Desde el primer dominicano promesa del básquet americano, Luis Felipe López, hasta una de las mejores entrenadoras del país, Dorothy Gates. De zambullirse en el Akron de Lebron James a buscar a la ex jugadora Schule LaRue, promesa de la WBBA que deambula por las calles de DC en la indigencia víctima de su esquizofrenia, pasando por las fascinación de Wanda López, una camarera de Los Apalaches, con Giannis Antetokounmpo. Y así hasta 18 crónicas donde lo deportivo, lo social, lo político y lo geográfico se mezclan de forma armónica.

Lo narra el autor desde un nosotros cómplice, que invita a tomar el asiento del copiloto. Y con una exhibición de pericia y técnica en cuestión de crónica. Lo mismo te cuela un mcguffin que una entrevista, te narra un paralelismo entre Marc Gasol y Otis Redding, que se sitúa a pie de cancha en Flint, el lugar donde el deporte es una vía de escape hacia un mundo mejor. 

En el fondo, todas estas historias no son más que la gasolina de la Dodge para recorrer un país que se empeña en negar que ha traicionado su propio ideal. EEUU parece hoy cualquier cosa menos una tierra de oportunidades. El cronista usa el baloncesto para explicarnos los tres males principales de la sociedad estadounidense: la desigualdad estructural, el racismo sistémico y la aniquilación del estado del bienestar. Para ello la caravana va desde las tierras que fundaron y levantaros migrantes y que ahora no aceptan a los que vienen de afuera, hasta la cuna del racismo en el sur del país o la promesa híper tecnológica de Silicon Valley.  

Mahía tiene técnica, tiene perspectiva de clase y tiene, sobre todo, el talento necesario para retratar Estados Unidos usando el deporte que los negros le birlaron a los blancos como hilo conductor. Este verano no pensaba viajar y ha bastado un sábado de calor para recorrer las tierras de mi asignatura pendiente. Sin moverme del sofá. La magia de los libros.