miércoles, 12 de junio de 2013

La vuelta

Las vacaciones asomaban por la esquina y había que comprar barato. Eran dictados de los tiempos de crisis. El fin de las promociones obligaba a una decisión. El azar eligió destino. Cuando fue a adquirir el billete de avión, no había opción de ida y vuelta. Solo ida.  Resultaba económico, así que reservó el viaje sin pensar demasiado, ya se preocuparía más tarde por la manera de regresar. Daba igual dónde ir con tal de ir.

Sin embargo, pasaron los días y comprobó que no había opción para volver. Coche, barco, particulares, todo imposibilitado. La era de la tecnología y todavía estamos así, pensó. La pestaña siempre gris, el puntero del ratón pasando por encima sin transformarse y la vuelta sin habilitar. Los billetes no estaban agotados, sencillamente, no existían.

Llevaba un año esperando este viaje, así que ahora no iba a renunciar a disfrutarlo. Nadie renuncia a unas vacaciones después de un año miserable. Por fin tenía destino e iba a conocer aquel lugar desconocido, esa hermosa ignorancia. Llegó la fecha indicada y se dirigió, maleta en mano, a su terminal de vuelo. Allí, preguntaría cómo volver en la compañía y sería el punto y final de toda esta historia.

En la cola, se preguntaba quién podía ofertar un vuelo sin retorno aparente o, peor, quién podía llegar a comprarlo. Imprudentes como él, seguro, personas que se entregaran a cualquier futuro sugestivo, gente incapaz de elevar un ancla. O quizás fuera precisamente eso lo que buscaban quienes formaban la fila, un viaje sin regreso, la manera de abandonar este lodazal, la ilusión de una promesa robada. A su espalda, descubrió una hilera de sonrisas forajidas.

- Disculpe señor-le dice al operario en facturación-, he comprado este billete de ida, parto hoy, pero no he encontrado la manera de volver. 
- Caballero, no encontrará la forma, aquí quien se va nunca vuelve, donde usted marcha, no le hará falta billete de vuelta.