domingo, 3 de abril de 2011

Amor de lavandería

Como el amor era la mentira más hermosa que podía imaginar, inventó uno para él solo. Le habló a una de sus amistades sobre una chica que había conocido una tarde en la lavandería. No sabía si existían lavanderías por la zona, pero le convenció la originalidad del lugar y el hecho de haber visto una situación parecida en una película. ¿Había forma más original de conocerse que en una lavandería? Se extendió en el primer relato comentando el brillo de su sonrisa, la dulzura de sus ojos, el inmediato estilo que rezumaba al caminar. Lo que germinó en una conversación privada, casi por inercia, porque le daba vergüenza decir que llevaba años sin vivir un mísero flirteo y lo más parecido al amor era la relación que tenía con su portera, se difundió rápidamente, entre sus amistades y entre las amistades de sus amistades, en el mismo ejercicio de las conversaciones. “Sí, estamos empezando, vamos con mucha cautela, pasito a pasito.”, “Son diferentes, pero dice que hay mucha ilusión y eso, de momento, puede con todo.”, “Ya la conoceremos, por lo visto es fantástica.”.

Cómodo con su nuevo status, escogió varias fotografías de una joven en una red social de contenido público, la bautizó y las difundió por correo electrónico. “Esta es Ana”, decía el título. Enseguida, sus amigos le aplaudieron por la belleza de su pareja, por gozar de esa ilusión, y él se dejaba encantar en ese terreno de felicidad compartida, contestaba con educación pero ilusionado, prudente pero indisimuladamente feliz. Casi podía tocar la felicidad como si de un objeto se tratase. Luego llegaba a la cama y se masturbaba pensando en Ana, en su contorno, en su figura, en sus pechos libres de sujetador.

La irrupción de Ana fue tan fuerte que sus amigos se interesaron en conocerla. Contuvo su afán el tiempo que pudo, inventando quehaceres y planes de pareja, pero pronto se vio obligado a convocarlos a todos a una reunión informal, una fiesta que pudiera calificarse de bienvenida. “Habrá ponche, empanadillas y baladas de Miles Davis sonando de fondo”. A la noche, fueron llegando por goteo y encontraron la fiesta montada, pero no hubo rastro de Ana. Se disculpó alegando que Ana había entrado en crisis, que de un día para otro lo había dejado, que era el fruto de un amor que no estaba maduro y que estaba preparado para cualquier cosa menos para eso. “Al menos os tengo ahora aquí”, decía conforme y visiblemente afectado, “menos mal, porque tengo la impresión de haber vivido una mentira todo este tiempo”.

1 comentario:

  1. Hay una peli parecida, pero en vez de inventarse una chica, se compra una muñeca sexual que va presentando a sus amigos. En fín, es un poco surrealista, pero a lo mejor te interesa. Te dejo el enlace:

    http://www.vagos.es/showthread.php?t=523662

    ResponderEliminar