domingo, 30 de septiembre de 2012

Una historia verdadera

El joven deambulaba entre la lectura y el sueño sobre el libro de texto cuando dobló con el codo la página que estaba leyendo de manera que, apaisándose con la siguiente, la Historia era capaz de leerse de nuevo y ya no resultaba la que decía ser, sino otra completamente diferente. Así sucedía siempre que repitiera el procedimiento con las hojas de dos en dos, como si el pasado pudiera resumirse en la mitad de tiempo de una forma desconocida. El joven quedó atrapado con todo lo que acontecía detrás del telón, y no lograba parar de leer. Tampoco quería, pues estaba sabiendo de guerras que no eran la suya, de secretos de estado y de visiones panorámicas. Buscó en los créditos el nombre de la editorial pero su libro parecía creado por fantasmas y no halló ni una sola referencia. No era nuevo, lo había heredado del amigo de un amigo al que ya había perdido la pista. Se preguntaba si no era eso precisamente la Historia, una herencia caprichosa a la que no había más remedio que esforzarse en interpretar si se quería saber, por fin, qué demonios era lo que estaba sucediendo.
  

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