Sería la rivalidad que los enfrentaba, que sumaba capítulos alimentando
la mística de sus enfrentamientos, quizás lo rocambolesco de las argucias a las
que prestaba oposición o puede que se tratara de la perseverancia que exhibía,
sí, de los nuevos y perversos planes que llevaba a cabo pese a haber fracasado
en todos los anteriores, no sabía, el caso es que ya le parecía suficiente; por
una vez, su archienemiga merecía la victoria.
Si al final, ¿cuál era su objetivo? ¿Enriquecerse? ¿Dar un
golpe a una sucursal bancaria o robarle las joyas a uno de esos ricos de la
zona alta? ¿Era para tanto todo aquello? Ella había tenido una infancia dura,
esa era la verdad. Y en el fondo no hacía más que sustraerles la bilis a los
poderosos, reajustar la riqueza de una ciudad mísera y contradictoria. ¿Merecía
la pena estar defendiendo ese mundo?
Quizás pudiera dejar de fingir que no lograba deshacerse de
las cadenas que intentaban apresarlo, levantarse de la silla y proponerle un
pacto: tú y yo, ahora y a mi manera, y
verás cómo vas a ser feliz. Sería un caso y un caos, el regalo definitivo para
los periódicos. Pero cuánta gente no se ha dejado gobernar por la pasión, cuántos
no han rectificado su rumbo en pos de una vida mejor, ¿acaso un héroe no tiene
derecho a algo así?
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