A Miguel Brieva
Por fin, el fin. Llevo demasiado tiempo viviendo entre la vida y la muerte. Llevo demasiado tiempo viviendo. Llevo demasiado tiempo. Llevo demasiado. Demasiado.
La televisión viene a
devolvernos la dignidad. O mejor, a vendernos lo que era nuestro. Ya era
hora después de habernos quitado tanto. Es tan real como el miedo de los días, una empresa que te acerca a los títulos de crédito.
Dicen que el servicio está de
muerte, que es un método sencillo, que te duermes y parece que
estuvieras en la barriga de tu madre, que cuando te das cuenta, ya no
estás. Me pregunto quién tiene la potestad de hablar de algo así. ¿Acaso alguien se recuerda buceando donde nace todo?
Durante el embarazo desarrollas tu personalidad futura, tu relación con
el mundo. Algo fue fatal cuando mi madre se embarazó, pero no logro
recordarlo.
Me tomo los días como un suplicio pasajero. Cada día, un nuevo suplicio, y así. Me sobra la desgana y me falta valor.
Por eso adquirí este producto y
compré mi muerte. Está bien para estos tiempos del libre mercado.
“Entrega en 24 horas”. Me quedan doce horas entre sombras. Así me he
pasado la vida, esperando cosas que luego no ocurrían. Aunque esta vez sucederá y reinará el silencio.
Estoy exhausto de tanto ruido.
Mato por ese alucinógeno.
Es una pena que no haya clientes que puedan certificar su calidad.
Aunque su efectividad es indudable. Todo el que lo prueba, no vuelve.
Por eso no necesita garantía. Según sus creadores es como si entraras en
otro tiempo, un espacio donde la infancia es tierna, la adolescencia
una promesa y la adultez no es un embuste de los de verdad.
Estoy deseando dejar esta mochila pesada, acabar con esta sequía de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario