Relato incluido en la revista Obituario Magazine, cuyo primer número homenajea al líder de Joy Division, Ian Curtis.
martes, 21 de mayo de 2013
Un mundo para Ian
Aquí, las cosas no han ido mucho mejor. Ian se pasa los días
frente al espejo. En su habitación, sólo hemos dejado una cama, ropa limpia
para que pueda cambiarse y un par de bandejas diarias con comida y cigarrillos,
que luego encontramos abandonadas de cualquier manera en un rincón. Cuando deja
la puerta abierta suele estar dormido contra la pared (a veces parece que haya
vuelto a morir), o ensayando sus pasos de baile. Nosotros pasamos sólo para
hacerle la estancia más fácil. Luego, nos retiramos sin molestar. Y ahí es
cuando lo vemos quebrarse porque el amor lo desgarra, incapacitándole para
amarse o amar, como un muñeco en manos de la locura. Extraño es el día en que
lo ves fumar sentado en la silla o mirando hacia el infinito a través de la
ventana. Actúa como si no estuviera esperándole un mundo a su medida. Será por
eso que la luz le interesa poco o nada y, mientras la música suena sólo en su
cabeza, se atusa el flequillo y sigue contorsionándose, creando los pasos de
baile que le dirijan hacia una paz imposible.
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