Y entonces me di cuenta. El viento me estaba hablando de ti, eran susurros que dejaba el aire allí donde la calle y yo éramos testigos principales. Cada vez que sale y se levanta, y aquí lo mismo viene de poniente que de levante, me dice algo diferente. Que estás poniéndote guapa para salir, que ya has dejado de ir a la peña de siempre y sonríes como nunca, que los dientes te salen a relucir cada vez que bailas al son de la hoguera, que ya no es como antes que parecías una muerta en vida, que ahora tienes pegada en la frente la vida esta que me ha traído el sufrir, que los lunares te dibujan el vientre y la voz, que la gente no cesa de aplaudir cuando vas por soleares. Y este viento sigue llorando soledad cada vez que a Santiago le come la noche, echándome en cara cada una de mis faltas, preguntando en voz alta cuántas veces te perdiste en las cosas del sentir. ¿Cuántos miedos les has robado al sol y al mar? ¿Por qué mientes el lugar de la verdad y recuerdas lo malo solamente? Este viento no me deja ni un respiro, allí donde miro silba tu ausencia, y pido al cielo volver a la inocencia del niño que las calles patea, y librarme así la angustia de mi corazón en llanto, que late su pena por las barras de los bares.
Contexto original - Secretolivo, revista de cultura andaluza contemporánea.
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