domingo, 29 de julio de 2012

Lanzamiento de peso

A mi padre nunca le gustó explicar mi oficio en público, le incomodaba. No era deshonroso, pero al hombre no le hacía ninguna gracia. Mi hijo tira unas pelotas lo más lejos que puede, decía. A él le hubiera gustado un desempeño clásico. Que regentara una gestoría, por ejemplo, o una tienda de electrodomésticos, o que fuera abogado o funcionario, o que hubiera tenido que explicar algo más interesante a sus amigos. Pero tirar pelotas al horizonte, pues no. Recuerdo bien cómo me enganché a este deporte a través de un amigo, y como, poco a poco, fui creciendo y mejorando en cada etapa; primero era normalito, luego decente, luego medianamente bueno y luego el mejor de mi generación y así hasta completar estos, mis terceros juegos olímpicos. Ahora tengo menos fuerza pero la pelota llega más lejos. Son años de oficio. Con cada victoria en mi carrera sentía que a mi padre le iba a ser más fácil explicar a qué me estaba dedicando y así se sentiría, con cada lanzamiento, más orgulloso de mí. Pero eso nunca sucedió, mi padre murió hace tres años y su manera de sentir al respecto era la misma que cuando yo era juvenil. Murió sin saberse explicar quién era yo, por eso quizás no sabía hacerlo a los demás. Estos son mis primeros juegos tirando pelotas sólo por mi, sin arrastrar nada a cuestas. La bola, por fin, pesa lo que tiene que pesar.  

2 comentarios:

  1. Este microrrelato debería ser obligatorio en la escuela de padres

    ResponderEliminar
  2. Me ha gustado mucho... el siguiente xa cuando?? lo necesito!!! jaja

    ResponderEliminar