lunes, 10 de marzo de 2014

024-C


A Carlos Cano

Currelante Carlos Cano. Foto de Elfer
Foto de Elfer

Escucha.

Me he levantado con un humor de perros. Como sabes, la poesía no da de comer y todo lo demás tampoco. Llevo tiempo convertido en aquello que odio, pero en esta tierra sobrevivir es traicionarse. Sí, hay días que van barruntando su drama y hoy ha sido uno de ellos.

No te distraigas, atiende.

Ha sido verte y augurar la enésima estocada. La belleza es un anticipo del mal, seguro que lo has sufrido en tus carnes. Que no he cotizado, has dicho, que no consta el tiempo que digo (¿de veras?), que no he sido técnico sino operador, que deberían haberme avisado con el número de horas (el mal nunca avisa, querida), que existen sindicatos que pueden auxiliarme (en el infierno nadie auxilia), que no has podido hacer nada. Señor, ¿lo comprende, no? Has repetido, ¿comprende que no puedo hacer nada?

Mírame.

Yo tampoco, no me quedan sombras que devorar y por eso he de señalar a alguien. Qué pena que seas tú a la que le ha tocado esta cruz. El destino juega con cartas marcadas y ojalá pudiera volverme a traicionar pero lo cierto es que estoy cansado. Ahora vas a rectificar y me vas a pedir disculpas, pues todo ha sido un error informático. Vas a introducir en ese ordenador las horas que he trabajado y luego me darás un papel que indique lo que me corresponde. No te preocupes, lo usaré sólo para seguir sobreviviendo. Harás eso y luego olvidarás mi nombre y yo a cambio nunca olvidaré tus ojos. Será tal cual porque si no es así te mataré. Lo haré de forma rápida, no temas, intentaré hacerte el menor daño posible. Si sale mal, no me importa morir acribillado o escribir poemas desde la cárcel. Podría contar la historia de lo nuestro, lo que pudo ser y no fue, podría escribirle al tiempo y desmontar cada una de sus promesas o a la eternidad y decirle que le voy comiendo terreno, que desde hoy tengo algo que contar y ya nunca más me va a ganar a este juego.

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