Ayer, en un despiste, dejé la puerta de la calle encajada, sin cerrar del todo. Al volver, me di cuenta que si hubieran entrado a robar en casa y se hubieran llevado lo que me pertenece, no echaría absolutamente nada de menos. Que me daban igual todos esos posters, los libros, el ordenador y la ropa que tengo guardada. Que de alguna manera, todo lo que de verdad me importa está en otros sitios o lo llevo conmigo, muy dentro, donde nadie puede siquiera tocarlo.
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