miércoles, 11 de enero de 2012

Se equivocó la paloma

De Jerez siempre me voy arrepentido y con el rabo entre las piernas, como si estuviera poniéndole los cuernos con otra, más alta, más guapa, mejor preparada, menos auténtica. Luego vuelves y la encuentras viejecita, hecha un cromo, como si el tiempo solo pasara por ella. Sus negocios cierran, sus autobuses se incendian y su gente, se escapa, se conforma o se suicida. Y uno siente la obligación moral de rescatarla, de despertar la pasión que la inundaba otros años, cuando Jerez lo era todo y todo lo demás no era nada. Alguna vez he pensado en volver y montar un negocio, algo que tenga que ver con la literatura, una idea de turismo que a veces me viene a la cabeza, cualquier cosa con tal de justificar mi compromiso con el sitio donde nací y, sobre todo, con la gente que lo habita; pero es hacerlo y sentir una cuerda anudándome el gañote y un sudor frío recorriendo mis entrañas. Y no puedo dejar de pensar que mi vida está muy lejos y que al mismo tiempo, haga lo que haga, siempre me sentiré como la parte insolvente de un pacto destinado a incumplirse.

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