a Jota
Sucedió donde siempre. Estábamos drogados, como casi siempre, sumergidos en una espiral de autodestrucción
a la que decidimos llamar vida. Estos se quedaron en la barra y yo fui a
meterme otra raya. Llevaba tres o cuatro millones aquella semana. Por
aquel entonces mi nariz era una autopista por la que circulaba todo lo
que me llevara de viaje. Bajé a la pila, aspiré y al incorporarme vi a
toda esa gente a través del espejo. Mi mano traspasó el cristal como si
fuera papel. Sentí el aliento de la marabunta y cómo un sonido
envolvente se apoderaba de mí. Los veía desde el lugar más alto cantando
al unísono y envueltos en una melodía luminosa. La letra no lo era
tanto. Hablaba de la rutina de un joven
que se levantaba con un terrible vacío existencial. Hablaba de sus
desayunos en el bar en mañanas soleadas. Hablaba de los cómics que leía,
de lo mucho que le gustaba el fútbol y hasta de los goles que veía por
televisión. Hablaba de ir en moto hacia ninguna parte y de cómo el
recuerdo de un viejo amor volvía de vez en cuando como si fuera un
fantasma. Hablaba de las pequeñas cosas que soportaban grandes
desgracias. Hablaba de los bares de siempre. Hablaba de droga. Hablaba de la ausencia y del vacío. Hablaba del demonio de los días. Estaba hablando de mí.
Contexto original - Secretolivo.
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