domingo, 17 de julio de 2011

Ciao Valencia

Adiós Valencia, hasta siempre. Ha sido bonita nuestra relación, que iba para cuatro años. Luego todo se ha precipitado de un mes para el otro. Cuando volví del impasse de Barcelona ya parecías diferente, la gente como más adulta, yo un niño queriendo recuperar un trozo de su infancia. Y casi sin quererlo, nos hemos ido distanciando poco a poco, hasta no reconocernos, hasta odiarnos. Me falló la gente, ese ente abstracto, y los odié, me falló el amor y lo odié, me falló el trabajo y lo odié, y al final he terminado odiándome a mí mismo. Hay amores que matan, y el nuestro me estaba matando. Por eso me despido, porque por primera vez, estoy convencido de que ha llegado la hora de partir.

Recuerdo ahora mi primera vez, las calles como queriendo impresionarme, ese Gulliver a punto de levantarse, los trabajos para salir del paso, el triángulo Cedro-Honduras-Xúquer, recuerdo pasear con Ascen sus avenidas, descubrirnos el uno al otro, su casa, su cama, sus cuadros que parecían querer decirme algo, las noches escribiendo relatos y creyendo que algo podía salir de ese teclear maldito. Recuerdo el grupo literario, sus manos amorfas meciendo mis letras, recuerdo la gente hablando de autores para explicarse a sí mismos, mi grupo más fiel en realidad. Los quiero porque ellos no lo saben y no pienso decírselo. Recuerdo el Basket, el balón que escupía el aro y ese grupo de chavales queriendo ser menos malos. Recuerdo también que sabía jugar al fútbol y que el tiempo me dejó recordarlo hasta que el tobillo me gritó "¡Viejo!". Recuerdo la empresa, o mejor, una idea para ganarnos la vida, ese jugar con la sonrisa de un niño, esa fidelidad con lo que siempre fuí, recuerdo sacarle las tripas al verano, Maribel cantando canciones y enseñándome a sobrevivir disfrutando cada gesto, a buscar en cada persona un trozo de mí, recuerdo a Sergio atacar osos en poemas y recordaré sus ojos mirando a su hija, quizás la única vez que he entendido eso que llaman paternidad, recuerdo a los chicos y a las chicas, a Caro tomándose algo conmigo en la mesa de un bar, que era como la tumbona de la psiquiatra, los poemas de servilleta, su idilio con el mundo, su pasear en alpargatas. Y recuerdo a Sandra mucho más de lo que querría, un torbellino de menos de veinte años que me hizo recordar que estaba vivo, su manera de entender el mundo que parecía un calco del que un día fuí... quizás por eso igual que me entregó su mundo a cambio de nada, un día volvió para quitármelo, porque yo ya era un viejo y no el niño que fuí, y era injusto engañarle fingiendo lo contrario, además, cómo enfadarse con una sonrisa así, ¿cómo negarle su antojo? Recuerdo a Ampi y a Rak que estaban antes que nadie y se irán las últimas, porque un día llegaron para quedarse y se ganaron ese privilegio, las recuerdo niñas y las veo mujeres y no quiero que las toque nadie que yo no quiera que las toque, les recuerdo también que estaré en sus bodas, que cantaré todavía una canción de amor, que volveré para hacer el ridículo... Recuerdo esto y mucho más, pero es tan nuevo que todavía me acompaña y no parecen siquiera recuerdos.

Demasiados motivos para negarles su excelencia. Archivarlo y darles carpetazo sería una niñería. No, Valencia es mía y me pertenece de alguna manera. Me he ganado el derecho a regresar cuando quiera y disfrutar de su presente. Su gente, su aroma a pólvora, sus bares... forman parte de mí. Sería un necio si le dijera adiós y no me reservara este hasta luego. Sé que nos veremos, Valencia, tarde o temprano, que seremos felices nuevamente. Eso será en un mes, un año, una noche cualquiera, quién sabe... pero vamos a cambiar el dicho, sí, y a partir de ahora, al lugar donde has sido feliz siempre has de tratar de volver.

3 comentarios:

  1. Me encontraba en uno de esos momentos de aterrizaje a los que te empuja la vida. Uno de esos en el que te pones al día en media hora de todo, para así no tener que volver a hacerlo en largo largo rato. Y hablo de mí, claro. Mi mí aki, por supuesto. De mis NO ganas de enterarme de absolutamente nada.
    Y claro, ya que pago, aprovecho para hacer un par de cosas pendientes en el mundo virtual. Entre otras, tu blog, este espacio tan maravillosos en el que he visto muchos otros Javis. Una ventana con tres puertas, por las que veo que entras y sales a ti mismo haciendo gala de la capacidad que te otorga tu inventiva.
    Y me sales con esto, con una despedida a medias. Con una despedida improvisada de la que te recuerdo que no habías avisado. (Todo esto en un tono que va de la nostalgia a la maternidad pasando por el enfado) Muy mal. Me parece fatal. Y peor aún que me obligues a decírtelo así. No son esto maneras hombre...
    Así que, a estas horas, y con semejante sobrecarga emocional, decido no creerte. Decido pensar que vas a seguir siendo tú el que me diga de que me disfrazaré cada fin de semana. Y vas a seguir diciéndolo de la misma forma, y con las mismas caras sonrientes que hagan que parezca que una, en vez de ir a trabajar, se va a pasar un buen rato con unos cuantos niños. Consiguiéndolo, además, SIEMPRE.
    Que no hombre que no, que aun nos kedan demasiados vasos que romper, y legendarios por beber.
    Y así, de esta forma, medio-aparezco en tu nube, intentando en el fondo, simplemente, darte fuerza y energía por si acaso la necesitaras.
    No nos dejes Javi...
    Con cariño,
    Paki :-)

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  2. Ohhhh, Paki, me has enternecido al límite. La verdad es que tienes razón. Está mal y esa no era la manera. Pero supongo que tampoco lo era llamar y creerse que el mundo gira alrededor de uno y de su ombligo. Para mí el ideal es tomarme algo con cada uno al que le debo mis alegrías y explicarle, reírnos de todo un poco. Pero no tenía tiempo ni me aguantaba con esta pata rota.

    Solo puedo decirte, ahora, como un cobarde, que tu calidad humana son uno de los motivos por lo que uno no quisiera dejar Valencia nunca. Y que Jordi y tú y unos cuantos elegidos sois esa parte que no se pueden considerar ni recuerdos, porque estáis aún demasiado latentes.
    Pero a veces, la realidad se impone, y la realidad es lo que hay arriba, y es que al final, me miraba al espejo y veía otro que no era yo haciendo las cosas como un robot al que le falta el aceite.

    Mira, te propongo varias cosas, una que aceptes que rompamos algunos vasos aún, en cuanto podamos y que me hagas un hueco, que me perdones esta despedida a la francesa, y la última y más importante, que sigas contagiando al mundo tu sonrisa, tu manera de ver este cuento al que le quedan tantos capítulos.

    No os dejo, claro que no, siempre estoy, siempre estamos.

    Un beso muy fuerte.

    Javi. ;)

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  3. Solo quiero decir un par de cosas.

    Has conseguido emocionarme.

    Cuando pones el corazón este siempre llega a otros corazones, unas veces nos enteramos, otras no y otras queremos hacer como que no nos damos cuenta.

    Sigue poniendo el corazón y todo saldrá bien.

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