lunes, 20 de febrero de 2012

La Antipolicía

La Antipolicía comenzó funcionando clandestinamente. En barrios y acciones puntuales, avisando a sus integrantes con poca antelación y demostrando una efectiva puesta a punto. Lo habían leído en algunas novelas de ficción. Los uniformes se los cedió un viejo rico que creía que aún podía cambiar el mundo y prefería permanecer en el anonimato. Eran de colores llamativos, porque no hacía falta esconderse y porque uno creía que eran más de los que eran. Luego la gente pasó a hacer donaciones. Cuando hubieron acordado, eran tan grandes como habían imaginado. Se organizaron a través de Internet. Surgió como un reclamo. De ellos hacia la gente. O al revés. En el fondo, era la gente la Antipolicía y la Antipolicía era la gente, la misma cosa. Los interesados en afiliarse enviaban sus datos personales junto a un curriculum a una base de datos, se comprometían a cumplir un código ético y en cuestión de días, si la dirección lo estimaba oportuno, le mandaban una contraseña a su correo electrónico. Habían habilitado un espacio virtual donde todas las acciones de la organización eran informadas escrupulosamente. Acción, motivos de la acción, causas de la acción, posibles consecuencias y hoja de ruta. No se pedía exclusividad ni obligatoriedad, pero por alguna razón, los integrantes siempre encontraban el tiempo y el modo. La organización, por su parte, buscaba la tarea perfecta para cada miembro. Las acciones se centraban a la tarde noche, cuando apenas quedaba luz. Un escritor afiliado dijo que, probablemente, fuera lógico para los tiempos que corrían. Actuar a oscuras, en un mundo ciego de no verse. Los Antipolicías habían pasado, antes de actuar, un exhaustivo estudio psicológico. En realidad, no había quién no se sorprendiera de lo articulada de su estructura interna. Psicólogos, pedagogos, educadores sociales, políticos apartidistas, camioneros, periodistas, relaciones públicas… los restos de una sociedad enferma, un equipo con el que poder inventar otro mundo. Pero no tenían más remedio que compartirlo, que vivir en el que había. Por eso lo de combatirlo con sus propias armas, muy diferentes a las que se venían usando: servir y respetar al ciudadano, velar por sus derechos fundamentales, ayudar en la organización de actividades cívicas, funcionar como bastón para una sociedad que andaba coja, cojísima, casi arrastrándose y desorientada desde hacía demasiado tiempo.

4 comentarios:

  1. Un mundo maravilloso...
    Este es un espacio literario, no debería contaminarlo con lo peor de la política, pero son las derechas Javi, fueron, son y serán así por siempre.

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  2. Todo es política Cristina. Cualquier manifestación que tengas de opinión respecto a algo ya casi se puede considerar política. Cualquier acto que influya en tu comunidad también es política. Lo malo es la política mal entendida, la partidista, la sectaria y la interesada. La de las personas que miran por el poder y por los intereses de unos pocos, sean de derecha, de izquierda o centro.
    Dicho esto, lo que está pasando en España me tiene consternado como nunca (yo no viví el Franquismo). Me da pavor, y como el blog son mis inquietudes, pues aquí está.

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  3. Es cierto, cada acto personal, por mínimo que sea, determina una postura política, y no sólo a nivel partidario.
    Por otra parte, mi generación vivió la dictadura argentina de los 70, donde hubo que esconder libros, callar por temor, ver a quién le dabas tu teléfono y hasta caminar con miedo por la calle. Mi padre, sin yo saberlo, me quemó una colección de revistas literarias; cuando volvió la democracia y quise recuperarlas, me dijo que lo había hecho para protegerme. Sobre estas revistas hizo su tesis Laureano en la facultad. Coincidencias de la vida. Imaginate cuando se enteró de esta anécdota familiar, se quería morir; eran unas revistas de culto, cuyo Director fue Galeano.
    Y no te doy más la lata. Igual, no creo que lo de España sea una dictadura, pero la represión es una expresión de ella.

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  4. No entiendo lo de "dar la lata". Si me encanta que comentes :). De hecho, mira, gracias a eso ya he conocido algo más de una de las dictaduras que me parecen más interesantes y controvertidas de la historia. La dictadura Argentina. Un drama nacional sobre el que tengo todavía mucho que aprender.

    No estamos en dictadura, eso está clarísimo. Lo que hay es una guerra de guerrillas a nivel mediático, un horroroso sistema judicial y policial y una población cada vez más cansada y lejos de los políticos y todo lo que huela a sistema (podrido) establecido.

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