martes, 8 de noviembre de 2011

Demasiada poca gente

Hoy contaba gente en el metro casi sin parar. No lo hacía por ningún interés personal, es, sencillamente, mi empleo. Contar gente. Uno, dos, tres, y así nueve larguísimas horas. Resulta una obviedad, pero me di cuenta de lo grande que es este mundo y, en contrapartida, lo infinitamente pequeños que somos y lo infinitamente solos que estamos. No, el mundo no es un pañuelo ni se le parece. Es enorme, solo que, como borregos, nos juntamos por afinidades y maneras de vivir. No hay, por otra parte, nada de malo en ello. Al revés, probablemente sea la técnica más fiable de supervivencia, establecer vínculos aferrándote a personas que consideres como algo más que gente. Y que así pasen los días, con esos puntos infinitesimales que te rozan y te ayudan a sobrellevar tu existencia. Entonces me acuerdo de todas estas líneas, de las cosas que escribo y las que se quedan, inéditas, en cualquier cuaderno o en el fondo de mi mente, y las comparo con la gente y con esos puntos de encuentro. Y entiendo que escribir, solo es una alternativa más para sentirte único, diferente, vivo. Y que en el fondo, no tengo derecho a quejarme.

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